Política y vida privada - 21 de Agosto de 2022 - El Mercurio - Noticias - VLEX 909140352

Política y vida privada

La divulgación de un video en que se ve a la primera ministra de Finlandia bailando en lo que ella misma definió como una fiesta "algo salvaje" y el reciente acuerdo de los diputados y diputadas para someterse a un test de drogas, trae a la esfera pública el viejo tema de las relaciones entre la privacidad y la política.La privacidad, vale la pena comenzar por esto, es un derecho que casi se confunde con la individualidad. Si cada persona fuera transparente frente a los demás, si lo que hace, dice o incluso, para sus adentros, piensa, fuera conocido de los otros, sin ningún pliegue oculto o escondido, la propia idea de individuo acabaría desapareciendo. La individualidad de las personas (y esto incluye a los políticos desde Finlandia hasta Chile, desde S. Marin hasta G. Boric) se dibuja con sombras. Si todo fuera luz y las sombras no existieran, su silueta tampoco existiría. Una persona sin un pliegue de misterio, se confundiría totalmente con los roles que desempeña: sería no una persona sino un rol. Las personas establecen relaciones personales con las demás confiando parte de su privacidad o negándola. Si la privacidad no existiera, tampoco existirían los lazos con los demás.Así entonces, cabe concluir que todas las personas, incluidos los políticos, tienen derecho a la privacidad, a mantener parte de lo que son, hacen o dicen, lejos de la vista y el oído de los otros.Sin embargo, ser político o política tiene sus servidumbres. El nivel de protección de un político es menor que el que merecen los ciudadanos de a pie. Y la razón es obvia: el político tiene en sus manos el poder del Estado y está animado por la pretensión de conducir a otros. Los ciudadanos tienen, entonces, interés en averiguar si quien tiene las riendas del Estado es competente y si los valores que proclama guían también su vida.De ahí entonces se sigue -y esta es una regla generalmente admitida- que los políticos tienen un umbral de protección de su privacidad más débil que aquel de que disponen los ciudadanos. De esta manera, los actos y omisiones que en una persona cualquiera no merecen ser investigados o sometidos a escrutinio o divulgados (como la fiesta, los atrasos o cosas así) pueden ser investigados o divulgados cuando se trata del político, sin que ello pueda ser reprochado como un atentado a su privacidad. Por supuesto, la ministra de Finlandia tiene toda la razón en estar molesta con aquel que violó el deber de discreción que impone la amistad; pero no puede...

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