La política, bien de consumo - 5 de Noviembre de 2017 - El Mercurio - Noticias - VLEX 696063617

La política, bien de consumo

Una muestra es lo que le ocurre a Alejandro Guillier. Si, como se sostiene, no tuviera programa, ¿qué razón habría entonces para preferirlo? ¿Qué es lo que se adquiriría cuando se votara por él?

Sin programa, el candidato parece una mercancía incógnita que nadie querría comprar.

Y es que la política se ha transformado en un bien de consumo.

No siempre fue así.

Hasta hace poco tiempo -algunas décadas- todavía era posible trazar una línea continua entre la identidad social de las personas y su preferencia política. Se trata de lo que los manuales definían como el clivaje. Es verdad que en el margen las preferencias se desviaban; pero en lo grueso las opciones políticas tendían a coincidir con lo que tradicionalmente se llamó intereses de clase. En ese mundo, más que el programa, importaba la capacidad de las fuerzas políticas de reflejar en su discurso y en su vago horizonte la identidad de cada uno, que era también la del grupo al que, anclado en la estructura social, se pertenecía.

Pero hoy las cosas han cambiado.

Los procesos de modernización que Chile ha experimentado, tienden a despegar a las personas de la identidad colectiva que hasta hace poco configuraba sus preferencias y que permitía hablar, por ejemplo, de partidos de clase. Hoy día, cada vez más, hay individuos que tienden a diseñarse a sí mismos mediante el consumo y que reconocen identidades múltiples según cual sea el factor que esgriman para construirla: la orientación sexual, la etnia, las preferencias de consumo, el género, la generación. El resultado de todo eso es que las identidades colectivas que hacían del mundo social un ámbito relativamente sencillo de entusiasmar y fácil de predecir, se ha transformado en identidades múltiples.

Y en un mundo donde las identidades se multiplican -un mundo donde la conciencia individual ya no coincide del todo con ninguna conciencia colectiva- lo que unifica a las personas es un estilo de trayectoria vital y las preferencias que cada uno decide.

En ese mundo la política ya no consiste en el esfuerzo por modelar, a partir de un sueño escatológico, la vida que los ciudadanos tienen en común. Al revés, se trata de satisfacer las preferencias que cada ciudadano ha forjado para sí y de apagar los temores que lo ensombrecen.

Como quien dice, se trata un bien de consumo.

Hoy es muy difícil asignar identidad de clase -lo que antes se llamaba la clase para sí, que es la única relevante en política- para entusiasmar a las personas; pero en...

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