¿Dónde está la política?
No existe el ser humano, no en el terreno de la política; sí existen allí los seres humanos. En un fragmento de 1950, reunido en el libro "¿Qué es la política?", Hannah Arendt dice que "para todo pensamiento científico solo hay el hombre (...) así como para la zoología solo hay el león". El ser humano, anota la filósofa alemana, es asunto de la biología, la psicología, incluso la teología y la filosofía. La política, en cambio, compete a los seres humanos: "La política trata del estar juntos y los unos con los otros de los diversos ".La política, pues, no tiene que ver con la verdad, con un conocimiento cierto, técnico. Sino que con convicciones y visiones de mundo que dialogan y disputan; con proyectos de sociedad y probablemente con un entramado inconmensurable de intenciones, deseos, anhelos que impiden orientarse y actuar objetivamente, a ciencia cierta. En "Ecce comu", el filósofo italiano Gianni Vattimo dice que la herencia marxiana (no marxista) que más traicionaron la Unión Soviética y los regímenes afines fue "la idea de que la economía política no es una ciencia natural".De Aristóteles en adelante, la política es un artificio, algo antinatural, ligado al ocio, es decir, a la acción que trasciende la mera subsistencia, la biología. Arendt, ahora en una entrevista de 1964, dice: "Mire, esta incapacidad para orientarse objetivamente puede aplicarse no solo a las masas, sino también a todos los estratos de la sociedad. Diría que incluso al hombre de Estado. Este vive rodeado de todo un ejército de expertos, así es que la cuestión de la acción se sitúa entre estos expertos y él. Es el hombre de Estado quien finalmente debe decidir, pero difícilmente podrá hacerlo de forma realista, ya que no puede saberlo todo. Debe dejarse aconsejar por los expertos, cuyas opiniones, por definición, se contradicen. ¿No es así? Todo estadista razonable reúne a expertos con posiciones enfrentadas, ya que debe valorar todas las perspectivas para emitir un juicio. Y este es un proceso enormemente misterioso, en el que el sentido común se pone de manifiesto".El político no puede ser (o no solamente) un técnico o experto. Según Max Weber, en "La política como vocación", el político debe equilibrar las emociones de quienes lo siguen con el uso de la razón en el ejercicio del gobierno. El ya citado Aristóteles dijo que la virtud clave del ser humano es la "prudencia"; esto es, la moderación, una suerte de sabiduría que no es técnica, sino que se gana con la experiencia; un saber práctico, un "saber hacer".Isaiah Berlin, un crítico de la tecnocracia, vincula, en su ensayo "El juicio político", a los grandes estadistas con el genio artístico, con cierta capacidad intuitiva que permite "integrar una enorme amalgama de datos constantemente cambiantes", "comprender el carácter de un determinado movimiento, de un determinado individuo, de un singular estado de cosas (...) de una particular combinación de factores económicos, políticos, personales". A diferencia de Hitler o Stalin, cree Berlin, Augusto, Bismarck, Roosevelt y otros políticos lograron lo que se proponían, nos guste o no, porque tenían, como Tolstói o Proust, el "don" de captar directamente "la textura de la vida".Según Heidegger, en la época técnica, que reduce todo al utilitarismo, al conocimiento técnico, es imperioso volver a plantear "la pregunta por el sentido del ser". Quizás, desde una perspectiva política, habría que decir que es momento de volver a plantear la pregunta -ética- por el "deber ser".Chile está en medio de una convulsión política que, en lo inmediato, se inició con un "panel de expertos" subiendo la tarifa del metro de Santiago y que, luego del descontrol, se intentó resolver recurriendo a los militares. ¿Dónde está la política? ¿Qué factores han destruido el debate y la acción política de calidad en Chile? ¿Qué hacer para recuperar la política?Aunque, antes de esas, hay otra pregunta, y la hace Arendt: "¿Tiene todavía la política algún sentido?".La respuesta la entrega ella misma cuando dice que el sentido de la política es la libertad; o cuando escribe, en la "La libertad de ser libres", que el deseo de...
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