Poblete: un hombre sin compañía - 4 de Agosto de 2019 - El Mercurio - Noticias - VLEX 801418137

Poblete: un hombre sin compañía

Lo más notorio de todo lo que se ha sabido de Renato Poblete -descontada su conducta abusiva y, al parecer, perversa- es la soledad y el aislamiento en medio del que vivió.Era un anacoreta, un náufrago social.A pesar de que todos brindaban en las cenas de pan y vino (y nadie se resistía a asistir a ellas); a pesar de que en las páginas sociales solía vérsele rodeado de personas que sonreían en su presencia, lo abrazaban y pujaban por salir en las fotos (mostrando que le eran cercanos); a pesar de que le daban dinero (que él destinaba, con estricta racionalidad administrativa, a labores no estrictamente evangélicas); a pesar de que muchos presumían de su relación con él y relataban el trato que con él poseían desde antiguo (logrando así una leve pátina de ser solidario); a pesar de que fue capellán del Hogar de Cristo y dirigió por tanto una organización en la que muchas personas se ganaban la vida (y debieron por eso interactuar cotidianamente con él); a pesar de que muchos periodistas apagaban frente a él su ánimo crítico (y en sus entrevistas se transformaban en fieles y propagandistas de su quehacer), y a pesar de que él perteneció a la Compañía de Jesús (cuyo solo nombre indica que quien es de ella debe vivir en comunidad), el cura Renato Poblete era un hombre solitario, un hombre sin compañía, carente de amigos, un anacoreta, un sujeto asocial, un ermitaño, un cenobita, un verdadero eremita, un sociópata.Debió ser así. Sin duda.Porque si no fue así, ¿de qué otra forma explicar que quienes salían en las fotos con él y presumían de su amistad, como quien presume conocer a una estrella de rock o a un santo, declaren ahora que lo vieron nada más que una o dos veces en una relación apenas episódica y superficial, motivo por el cual nada pudieron advertir de las conductas abusivas que mantenía?Ese rasgo del cura Poblete, que salta a la vista después de saber que quienes le daban dinero y lo invitaban no lo trataron (de suerte que a ninguno puede reprochársele haber tolerado su conducta), agrega por supuesto una dimensión milagrosa y sobrenatural a la obra que realizó, ¿y acaso no es una prueba de que la mano de Dios (que a veces escribe con líneas torcidas) estaba tras él el hecho de que a pesar de ser asocial lograba que se le diera dinero? ¿Y todo ello no obstante que los donantes, los mismos que se sacaban fotos sonrientes con él y brindaban en las cenas solidarias, lo habían visto, según se sabe ahora, nada más que dos o tres veces? Es...

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