La Plaza Italia esta esperando
Y además, para qué estamos con cosas, el triunfo se toma al seco.
El fracaso, en cambio, en cuenta gotas y bien de a poco, porque el trago es amargo y rasposo.
No hay que perder de vista lo permanente y sólido, en este caso: el general heroico y la plaza oval en mitad de Santiago.
El resto y lo que viene es un asunto de generaciones y de verlas caminar y pasar, como las estaciones y las espumas, en las ciencias, oficios y artes diversas: la dorada, la del 50, la maldita, la roja, la del boom, la X o la perdida.
Todo se va rápido: los partidos duran 90 minutos, la profesión es corta, el olvido largo y las generaciones palpitan como los mundiales, y tal como se inaugura uno en Sudáfrica 2010, termina otro en Brasil 2014, y que pase el que sigue por Rusia 2018.
Las generaciones donde mejor viven es entre los recuerdos y la memoria.
Ahí florecen, hibernan, trepan y nunca se enredan.
En ese sitio, al menos y desde luego, duran más tiempo.
El goleador Alexis Sánchez, en ese espacio infinito y glorioso, será un planeta del tamaño de Júpiter.
Arturo Vidal, un Saturno con sus anillos, tatuajes y explosiones.
Claudio Bravo, algo así como el incandescente y telúrico Marte.
Gary Medel se convertirá en un asteroide de hierro duro como planeta.
Y cada jugador tendrá su merecida estrella.
Las generaciones, eso sí, se apagan lentamente.
El proceso ya empezó y pasarán al cielo eterno. No de golpe y porrazo, sino con lentitud y hasta con la grandeza de la caída. Estamos en ese preciso instante, este es un proceso de aprendizaje y lo esencial es buscar un buen observatorio.
En este tránsito las generaciones del siglo XXI pueden comprender mejor el pensamiento antiguo, algo derrotista y un poco triste de las generaciones anteriores, donde el mundo de lo que pudo ser, superó lo que realmente fue.
Y por eso la mentalidad, el carácter y el modo de ver: temerosos del destino incierto, la mala pata inesperada, el error inevitable y esas decenas de cosas que solo nos ocurren a nosotros.
Entonces cuesta despegarse de lo remoto, soltarse de lo antiguo y de tantas experiencias de desarrollo frustrado.
Un Mundial sí, al otro no.
Un Mundial castigados, el otro también.
Un Mundial no, y el que viene tampoco.
Este siglo, en cambio, partió distinto, iluminado y dorado.
Resplandeciente, incluso. Con otra fórmula, relato y fe.
Con Marcelo Bielsa, entrenador, maestro y profeta, en el inicio del libro sagrado.
Un Mundial y luego otro, pero ahora sucesivos.
Y una Copa América...
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