Piñera ¿feminista? - 27 de Mayo de 2018 - El Mercurio - Noticias - VLEX 725923217

Piñera ¿feminista?

¿Es creíble que quienes se opusieron al divorcio, a la igualdad de los hijos habidos dentro y fuera del matrimonio, al divorcio, al aborto, a la píldora del día después (porque a todas esas cosas la derecha se opuso) aparezcan, de pronto, promoviendo una agenda de género, un repertorio de iniciativas que abogan por la igualdad entre hombres y mujeres?

La derecha piensa que sí, que ella luego de haberse opuesto con todas sus fuerzas a todas esas cosas puede, ahora, liderar un programa de igualdad de géneros.

Pero a poco de reflexionar se descubre que algo así no es posible. Cada uno está preso de sus actos pasados, de su conducta previa y no es cosa de declarar de un día para otro que ha cambiado, que las cosas serán ahora radicalmente distintas. A esa imposibilidad de contradecirse a sí mismo los juristas lo llaman -desde muy antiguo- doctrina de los actos propios: la imposibilidad de contravenir el sentido objetivo de la conducta pasada. Los pecados de la vida personal pueden perdonarse y siempre es posible comenzar de nuevo (a eso H. Arendt lo llamaba la natalidad de la vida humana), pero eso no es posible en política. En la arena de la política usted no puede haber luchado contra la igualdad de los hijos, el divorcio, el aborto y la píldora, y pretender que, de pronto, se le crea defensor de la igualdad de género.

Pero, sin embargo, eso es lo que el Presidente Piñera y sus ministros pretenden.

Es como si la Iglesia Católica chilena, que parece contar con un abusador para revelar cada día, se ofreciera para proteger a la infancia. O que luego de promover a María como imagen de mujer, luchara contra la división sexual del trabajo.

No es posible.

Lo que ocurre es que hay un vínculo indisoluble entre las demandas a las que la derecha históricamente se ha opuesto (tomada de la mano con la Iglesia Católica) y las actuales demandas de igualdad.

Si lo que las mujeres, las muchachas y las niñas de hoy reclamaran fuera simplemente más justicia distributiva entre los géneros -igualdad de rentas, no discriminación y cosas así, todas, desde luego, muy importantes-, la agenda que acaba de anunciar la derecha tendría sentido y sería capaz de apagar el fervor de estos días. Si el problema de las mujeres fuera solo el trato desigual o el abuso en las relaciones laborales o educativas, la agenda que con su habitual entusiasmo y falta de carisma anunció el Presidente estaría bien.

Pero ocurre que el problema para las mujeres no es el abuso o la falta de...

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