A pie por Turín - 10 de Octubre de 2021 - El Mercurio - Noticias - VLEX 876702964

A pie por Turín

E l destino de los Saboya es curioso: fueron durante el curso de los siglos la laucha que los borbones y los habsburgos se arrebataban mutuamente en sus guerras, hasta que al final lograron reinar, primero en lugares sin mucha importancia, y luego en España e Italia, aunque por poquísimo tiempo en la primera (tres años apenas) y por poco tiempo en la segunda. Y también con escandalosa brevedad en Cerdeña, Armenia, Etiopía, Albania y Croacia. Como que no logran cuajar en parte alguna, los pobres.El caso es que desde el siglo XI fueron señores, a distinto título y con altos y bajos, del Piamonte en el noroeste italiano, al pie de los Alpes, y dejaron al cabo a Turín, su principal ciudad, convertida en una joya. Esta es ya una obra que los hubiera dejado bien puestos en la historia; pero se empeñaron también en dejar huella por haber hecho construir el único, único monumento petulante, marmóreo, horrible y enorme (para colmo) que afea a Roma, la ciudad eterna, el monumento a Víctor Manuel II. Espantoso lunar.También Turín tiene su terrible excepción: la "mole antonelliana", feísimo edificio decimonónico, de gran altura. Un lunar en el rostro predominantemente barroco y dieciochesco de la ciudad. Otro más: parece que los Saboya se deleitaban con estos lunares.Ahora, Turín no es alegre, pintoresca, alada, como otras ciudades peninsulares -Nápoles, Venecia-: esta es ciudad seria, bancaria, adusta, cuyos sectores centrales, decimonónicos, grisáceos, se parecen mucho al centro de Valparaíso. Hay partes risueñas, claro, como en las cercanías de la Porta Palatina y de la iglesia del Santo Sudario ; pero la gravedad e importancia del business que aquí se realiza termina por imponerse y congelar las sonrisas a medio camino.Nosotros, sin embargo, nos las arreglamos para recorrer a pie los sectores barrocos y neoclásicos que son de una belleza y armonía encantadores. En ellos trabajaron algunos arquitectos estupendos de los siglos XVII y XVIII, como Guarino Guarini (nombre tan altisonante y barroco como Domingo Domínguez, Ramiro Ramírez o Gonzalo González) que, junto con Borromini, creó los edificios barrocos más admirables de Italia, y Castellamonte y Juvara, que transformaron el Palacio Real en algo verdaderamente magnífico.La Plaza del Castillo es el lugar donde partiremos en este recorrido. En ella está precisamente el mentado Palacio Real, a cuyas espaldas creó jardines el mismo Le Nôtre, quien diseñó también los de Versailles (si tenían pocas tierras, no les faltaban ínfulas a los Saboya). Plaza grande, despejada, luminosa. En su costado oriente está el...

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