PICHIDANGUI Tras el refugio de La Quintrala - 24 de Agosto de 2014 - El Mercurio - Noticias - VLEX 525252074

PICHIDANGUI Tras el refugio de La Quintrala

La caleta de pescadores -al comienzo de la bahía de Pichidangui- es el punto de encuentro para iniciar la excursión. Aunque el viento costero hace bajar el termómetro, el clima subtropical seco es una ventaja que hace la visita a esta zona una experiencia agradable todo el año. Desde el muelle de los pescadores es posible avistar la perfecta forma de herradura que tiene la bahía, y el ruidoso espectáculo de gaviotas y pelícanos peleando por los restos que dejan esos trabajadores en su faena.

Justo cuando un pelícano enorme se adjudica la última presa, emprendemos camino en dirección norte, bordeando la Avenida del Mar. Una caminata de cinco minutos nos lleva directamente al inicio de la playa, donde don Héctor y sus ayudantes esperan con los caballos ensillados.

Especialmente en este tramo es importante recordar que, no importa lo que uno haya visto en las películas, a los caballos no les gusta particularmente el agua, así que no intente forzarlo a galopar por la orilla del mar, y mejor deje que siga su camino. A diferencia de otras superficies, la marcha a caballo sobre la arena es lenta y pacífica. Mientras avanzamos, entre algas y conchas marinas que el agua va arrastrando, nos internamos en la bahía. La brisa costera, el sol y el único sonido del mar rompiendo cadenciosamente a nuestro costado izquierdo, hacen que esta parte de la travesía resulte casi terapéutica: es fácil olvidar el ruido de la capital.

Luego de media hora, alcanzamos la zona de las dunas, un buen sitio para alterar un poco el recorrido y meterse con los caballos. Eso sí, hay que estar atento porque algunas son bastante elevadas y la maniobra (incluido mantenerse sobre el animal) puede resultar más complicada.

Pasando este sector, a mano derecha resalta el puente Quilimarí (que se eleva sobre el río del mismo nombre). Y a medida que apuramos el paso, se hace cada vez más evidente la forma de herradura de la bahía, mientras a lo lejos la elevación de los cerros marca el final del camino. A eso de las 11:15 llegamos a Punta Quelén, donde dejamos los caballos y empezamos a caminar: uno a uno vamos atravesando la puerta de madera que permite el ingreso al área donde se encuentra la cueva. Los primeros cinco minutos de ruta son de ascenso, pero el camino está delimitado de forma natural y no hay problemas para seguirlo. Una vez en lo alto, la bahía de Pichidangui se abre como un abanico ante nuestros ojos. Su arena clara y el agua de tonalidades turquesa, mezclado con lo...

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