La peste roja - 28 de Junio de 2014 - El Mercurio - Noticias - VLEX 517034466
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La peste roja

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Vincent

No hay que enfurecerse, cuando es la razón la que habla.

Y si es por pedir algo, mejor que sea de un santiamén y altiro, que es una expresión muy nuestra. Sin dolor, rápido y casi sin darnos cuenta.

Es por la estabilidad del país, por seguridad pública y para nuestro equilibrio psicológico y sanidad mental.

Si todo acaba este fin de semana, volvemos tranquilos y con tiempo, complacidos y con la satisfacción del deber cumplido y ninguna frustración.

Es lo que más conviene, chiquillos.

Es por la vida interior y exterior, compatriotas.

Los chilenos no sabemos celebrar y es lógico que así sea, porque nunca hemos sido campeones, y carecemos de costumbre, educación y experiencia. Sin sensibilidad fina ni delicadeza para estos menesteres y por eso nos colocamos torpes, brutos y primitivos.

Una medida extrema y dura, pero finalmente sana, es llegar hasta acá nomás: los octavos de final y devolverse.

Seguir hacia adelante es un camino con adoquines de peligro y locura.

Es tentar la calamidad pública.

La Marea Roja viajera, por estar junto al sitio de los sucesos y muy cerca de la radiación, ya anuncia los síntomas. El centro de gravedad se les fue a las pailas. Sufren los efectos de la pérdida de brújula y es cosa de ver el proceso de descomposición y desesperación. Siguen en Brasil, cuando ya pensaban estar de vuelta y necesitan más plata, nuevos permisos y acumulan culpa familiar por la prolongada ausencia, pero por supuesto que no han regresado, porque la consigna, en estas circunstancias, es echarle para adelante: octavos, cuartos, semifinal y, que Dios no lo quiera y se apiade de nosotros: final.

Sigue la marea y su oleaje de caipiriñas.

Como cóctel rico y agitado, afecta al hígado, riñones y colesterol malo, pero eso solo se reconoce cuando ya no hay vuelta atrás. O sea, da lo mismo.

Los efectos de ahora son el problema: la marea eufórica, insomne y locuaz, con...

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