Una pesada sombra - 13 de Agosto de 2015 - El Mercurio - Noticias - VLEX 580027182

Una pesada sombra

Hágase lo que se haga, parece que nada consiguiera mejorar la sintonía de la Nueva Mayoría. Se han ensayado cambios de gabinete, ajustes programáticos y, últimamente, un cónclave que buscaba conciliar las diferencias. Pero los esfuerzos han resultado infructuosos. No bien se pone en marcha un nuevo ejercicio de restablecimiento de confianzas, y ya se activa el virus del conflicto y la división. Saltan a la luz pública declaraciones disonantes y altisonantes que, por lo general, no han sido planteadas en los foros que corresponde ni sus titulares representan necesariamente las legítimas vocerías. Es cuando se hacen sentir la incertidumbre y el desconcierto.

Aunque en el último tiempo esta práctica se ha vuelto persistente, acompaña al Gobierno desde su instalación en marzo de 2014. Pero sus causas son anteriores. Obedecen a la pesada sombra de las dos almas de la Concertación, que se proyecta sobre el corazón de la Nueva Mayoría. Es la reedición de la vieja pugna entre autocomplacientes y autoflagelantes, superada y sepultada en el pasado: primero, porque la derecha, sector que aspiraba a gobernar al menos ocho años, el país solo le dio una breve administración de cuatro años; segundo, por la nueva etapa que inauguraron las movilizaciones sociales de 2011, capaces de desnudar la crisis de representación que padecía nuestra democracia; y, tercero, por el aplastante triunfo de la Presidenta Bachelet y de su propuesta de reformas profundas, que ni sus más acérrimos detractores se han atrevido a deslegitimar.

Esto se tradujo en un cambio del discurso político que convirtió en rémoras del pasado el consenso de Washington, la democracia de los acuerdos, la fiebre anticomunista y, naturalmente, a sus propios heraldos.

Hoy, esas dos almas quisieran reencarnarse en los dos términos del binomio realismo sin renuncia con que ha sido bautizada la segunda etapa del gobierno: «los realistas», partidarios de reformas moderadas por los consensos con la derecha, y «los que no renuncian al programa», amparados en la mayoría conquistada en las urnas. Pero no existe tal dilema, si bien desde el comienzo del gobierno se ha buscado recrear dicha pugna.

Aún resuenan expresiones tales como frenesí legislativo, amenaza de estatización de la educación, derecho a introducir matices políticos, imputaciones hegemónicas a la izquierda, fecha de caducidad de la coalición y desacralización del programa, vertidas durante los primeros seis meses para moderar la celeridad y...

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