'Perder un compañero de vida como Roberto fue verdaderamente catastrófico'
Carla Cordua (97), una de las más reconocidas intelectuales chilenas, hoy vive sola en un departamento en el corazón de Providencia. Ese es un estado nuevo para ella. Se mudó allí cuando su marido, Roberto Torretti, falleció hace poco más de dos meses. Este departamento era de él y ella lo vio como un espacio más manejable para alguien que debía empezar una vida en solitario. Hasta entonces, prácticamente todo había sido compartido con su esposo: casi setenta años de matrimonio, la curiosidad intelectual, el ejercicio de la filosofía, los viajes, el trabajo universitario, el Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales 2011. Por eso, tras la muerte de Torretti, la casa de tres pisos que compartieron durante décadas en Los Dominicos le pareció inmensa.Esta tarde, la filósofa Carla Cordua está con un vestido azul marino y zapatillas negras. El pelo blanquísimo, ordenado en su ya clásica melena. Lleva lentes con marco oscuro. Apenas usa maquillaje. Tiene pintadas las cejas con un trazo fino. No hay aros. Un solo anillo.Se sienta en una esquina del único sillón del living. Sobre la mesa de centro está el libro que reúne las cartas de amor de Gabriela Mistral -una de sus escritoras favoritas- con Doris Dana. Dice que recién empezó a leerlo; va en la página 60. Sobre el libro tiene un lápiz. A ella le gusta rayar las páginas cuando lee. En la mesita también hay un florero con un ramo de azucenas frescas que luchan por no marchitarse con el calor de esta tarde de fines de enero. Este es un departamento donde está prohibido abrir las ventanas. Carla Cordua no soporta el ruido y los bocinazos de la calle."Con mi marido teníamos una biblioteca de 6 mil 500 libros, que trajimos en buena parte desde el extranjero. Los dos decidimos, hace unos cuatro o cinco años, donarla a la Universidad Diego Portales, por la amistad con Carlos Peña. Cuando mi marido estaba al borde de la muerte, le dije a Carlos: 'Ya, llévese los libros'. Nosotros habíamos comprado esa casa de tres pisos para instalar todos esos libros, entonces cuando Roberto murió y además ya no estaba nuestra biblioteca... decidí irme de ahí. La casa para mí sola no tenía sentido", explica.El problema ha sido que el departamento lo encuentra demasiado chico. "Yo prácticamente no necesito una persona que me haga las cosas, que me lave la ropa, que cocine; son cosas que sé hacer y hace tiempo hago. Pero, de todas formas, este lugar es muy pequeño", dice. Así que, más considerarlo un nuevo hogar, lo ve como un sitio de paso. "Debo ver ahora si puedo comprar algo o arrendar. Debo tener un lugar donde pueda tener una biblioteca, aunque no sea como la de antes".Los libros que hoy tiene, que son muy pocos, están repartidos en dos repisas diminutas. Camufladas detrás de un muro del living.Carla Cordua es una filósofa que ha estudiado a Heidegger, a Wittgenstein, a Hegel, a Sloterdijk, a Kant, a Sartre. Ha escrito prolíficamente sobre ellos. También ha dedicado buena...
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