El pensamiento en los escritos del Papa Francisco - 17 de Marzo de 2013 - El Mercurio - Noticias - VLEX 428018570

El pensamiento en los escritos del Papa Francisco

Nuestra historia misma nos impide encararla con un cientificismo ahogado en la curiosidad de lo que pasó o deseoso de imponer una ideología cerrada a ese pasado que se nos acerca abierto, fluyente y misionador.

Mirar nuestra historia es, sin duda, por la fragmentariedad misma de nuestro entender, recorrer parcelas pero avizorando pampas, mirar fragmentos pero contemplando formas.

El acercarse a nuestra historia tiene un primer cometido: recuperar nuestra memoria. Esa memoria que en Ignacio es recordar "los beneficios recibidos de creación, redención y dones particulares, ponderando con mucho afecto cuánto ha hecho Dios nuestro Señor por mí" (Ejercicios, n. 234). La recomendación de San Ignacio trasciende el mero consejo piadoso y apunta a la densidad de una concepción .

Esta concepción ignaciana es la posibilidad de concertar contrarios, de invitar a la mesa común conceptos que aparentemente no podían avenirse, porque los remite a un plano superior donde encuentran su síntesis. Y la memoria histórica aproxima el pasado al presente, puede actualizar lo que podría aparecer como muerto, es capaz de encontrar constantes allí donde parecía reinar nada más que la variabilidad, canoniza como profético lo que en su momento a la percepción de los hombres comunes apenas sí aparecía con estatura de ocurrencia. La memoria histórica, en los tembladerales de la crisis sabe descubrir los parámetros clásicos que le dan al hombre las salidas inspiradoras.

En el fondo es una concepción de unidad la que se pone en juego en San Ignacio al mencionar la memoria. El poder sintetizar en una unidad la diversidad de los tiempos. Así fue en nuestra tierra: llegaron los jesuitas con toda una historia de dieciséis siglos de Iglesia, con una posición muy clara frente a la problemática religiosa que se debatía en la Europa de ese tiempo, e hicieron síntesis con los tiempos de nuestros nativos, y esa síntesis fue historia.

La historia que harían los jesuitas estaría sellada por una unidad plasmadora de síntesis conflictivas. Unir reduciendo es relativamente fácil aunque no muy duradero. Lo difícil es elaborar la unidad que no anula lo diverso, que no reduce el conflicto; y con esta unidad la Compañía marcó su tarea evangelizadora. Optó por el indio, por el proyecto viable de justicia, pero no descuidó la educación de los españoles y criollos de las ciudades. Trajo a estas tierras la predilección española por el arte barroco, pero logró con los americanos -que al decir de (Alejo) Carpentier eran ya barrocos aún en su geografía- un arte que, reconociendo su origen español, se identifica también en su originalidad americana.

Conocedora de la ilustración que por aquel tiempo gestaba la pseudounidad europea poniendo el principio de unidad en una razón cegada a la trascendencia, la Compañía entrega el Evangelio sin racionalismos ni ingenuidades sino con una fuerte apoyatura intelectual armonizada con la fidelidad a la Revelación y al Magisterio de la Iglesia. Ni se embarca tampoco en un misticismo subjetivo, pero sabe alimentar al pueblo con una devoción sencilla y nada carente de elementos afectivos. Tampoco temió, en la conducción de las conciencias, recibir el mote de laxa y casuística y pudo sintetizar la tradicional moral del cuerpo de la Iglesia con la coyuntura de las existencias concretas. Fidelidad a un carisma de discernimiento que nunca pudo comprender la rigidez jansenista.

Memoria del pasado y arrojo para abrir nuevos espacios a Dios se unen...

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