La pena de Isla Mocha - 27 de Mayo de 2023 - El Mercurio - Noticias - VLEX 932358361

La pena de Isla Mocha

Apenas abre la puerta de entrada de su casa y escucha el nombre de su hijo Cristian, a Carlos Gallegos se le humedecen los ojos.Es temprano en La Pintana y el exconductor de buses del Transantiago junto a su esposa Marisol Alvarado, dueña de casa, han terminado de desayunar hace poco y permiten el ingreso al living de su hogar. En él hay un collage con fotografías de Cristian, en que aparece con su madre, su padre, su pareja, su hijo de 5 años, un balón de fútbol y un trofeo.La pareja lo mira y explica que Cristian Gallegos Alvarado, de 34 años cumplidos en marzo, el mayor de tres hermanos, era bueno para la pelota, tranquilo y querido en el barrio. Sus padres se ríen al recordar lo fanático que era del McDonald's y de las zapatillas y se entristecen al comentar que se trataba de un hombre que estaba cumpliendo sus sueños.Carlos corre la cortina y muestra la furgoneta estacionada afuera. Cuenta que la compró en diciembre en sociedad con su hijo, quien lo motivó para que aprovechara su condición de chofer profesional para transportar pasajeros al aeropuerto. Marisol, en tanto, agrega que su hijo y su pareja estaban a la espera de la entrega de una casa de tres pisos en la misma comuna, para la que él había comprado varios muebles que no alcanzó a retirar de las tiendas.Cristian estaba feliz con lo que estaba viviendo, dicen ellos, más desde que hace unos meses ingresara a trabajar a una compañía de telecomunicaciones internacional que solía enviarlo a realizar instalaciones de antenas satelitales al sur del país, una zona que no conocía y de la que se enamoró.Por eso, para nadie resultó extraño que su compañía le ordenó que tomara la camioneta, partiera a la provincia de Arauco y cruzara a Isla Mocha el sábado 22 de abril, pues debía trabajar en un faro de la Armada en esa zona, situada a 38 kilómetros del continente. Iba a viajar en avioneta, algo que nunca había hecho.Marisol comenta que Cristian iba a estar solo seis horas en la isla, sin embargo, el piloto del único servicio aéreo privado que cubría el tramo regresó al continente por unos trámites personales y no volvió a buscarlo ese día, por lo que consultó por una posada para alojarse hasta que hubiera un vuelo disponible.Los padres recuerdan que antes de partir al sur, y como hacía casi todas las noches, su hijo pasó por la casa familiar, se sentó en una silla, les pidió que le rascaran la espalda, cargó el vehículo con las herramientas y se marchó.Esa fue la última vez que lo vieron con vida.Carlos Alfonso Hoppe, con 38 años, era conocido entre los cerca de 800 habitantes de la Isla Mocha por su buena voluntad, delgadez y lo mucho que le gustaba correr a caballo, una pasión que surgió cuando en su infancia vivió frente al Club Hípico de Concepción y se convirtió en jinete.De familia mochana, su tía, Elizabeth Núñez, cuenta que a su sobrino nunca le gustó el barullo de la ciudad y siempre anheló regresar a la isla de sus parientes, lo que concretó cuando se enamoró de una isleña, Natalia, con quien tuvo dos hijas.En Isla Mocha, el Flaco acababa de construirse una casa -en la que le insistía a su esposa que maestreara con él- y estaba edificando un negocio de abarrotes junto a su madre.Hoppe vivía de la pesca y era el capitán del bote de su abuelo. En él extraían jaibas, pero como en la temporada el recurso bajaba, debía trasladarse al continente a trabajar como empleado en la pesca de la jibia."En la isla todos son pescadores, algueros o trabajan la tierra, eso es lo que hay, no hay una fuente laboral o una economía más activa, entonces la gente tiene que salir a hacer sus cosas y en las condiciones que sean", comenta Elizabeth.Esa realidad llevó a Carlos Alfonso a planificar un vuelo al continente para el sábado 22 o domingo 23 de abril, según tuviera disponibilidad la avioneta privada que cubre el tramo, cuyo pasaje costaba 40 mil pesos. Su idea era embarcarse por siete días. Antes, cuentan en la familia, fue a la casa de su abuela a cortar leña y le ofreció que lo acompañara para que realizara sus trámites.- Mi mamá le dijo que no podía, porque ella tiene una casa hospedaje y estaba con gente -relató su tía-. Él le dijo: "Abuela, te vas a arrepentir de no irte conmigo".Edison Villa Ortiz, hijo de un camionero y una dueña...

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