Pecado original - 10 de Mayo de 2014 - El Mercurio - Noticias - VLEX 510160886

Pecado original

Me dejaron cavilando las contundentes razones dadas por la ministra Ximena Rincón para sustituir la actual Constitución por otra nueva. No obstante, ¿son tan razonables? Si se las examina con cuidado, subsiste solo una que no puede ser acogida a través de una consensuada y profunda reforma y, por ende, es la única que fuerza a generar una "nueva" Constitución: su ilegitimidad. Para definirla, la ministra recurre al origen de la Constitución de 1980, a su forma de gestación: fue generada durante un gobierno dictatorial, de modo no participativo y plural; en definitiva, fue impuesta.

La ilegitimidad de origen es, por lo tanto, la piedra de toque. En la historia constitucional chilena (incluidos todos los gobiernos de la Concertación) se siguió un criterio muy distinto: dado que todas las cartas constitucionales anteriores a esta poseían también una dudosa "legitimidad de origen", se apeló entonces a la legitimidad que proviene de su "uso" o "vigencia". El formalismo (que apunta solo al origen para juzgar la legitimidad de una regla), en la práctica, cede frente al realismo (que toma en cuenta los comportamientos y cambios sociales concretos que genera su vigencia). Y, ¿quién podría negar que la Constitución de 1980 ha sido el marco jurídico para una abundante práctica democrática durante más de tres décadas, de la cual forma parte, incluso, la propia ministra Rincón? La "vigencia" o "uso" (como lo llama Ortega y Gasset) -este rasgo esencial del fenómeno jurídico- no carece de un peso democrático desdeñable: indica su arraigo entre quienes eran los destinatarios de la regla jurídica, que ellos se han apropiado de la misma y la habitan ("las instituciones en Chile funcionan"...

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