Patrullar durante el estallido - 21 de Diciembre de 2019 - El Mercurio - Noticias - VLEX 830250017

Patrullar durante el estallido

Esta es la sala de coordinación de la 16ª comisaría de La Reina. Cerca de las 8:00 de la mañana del miércoles 11 de diciembre, el subteniente Marcos Magaña, de 32 años y graduado prematuramente hace menos de dos semanas de la Escuela de Oficiales, les habla a los otros tres carabineros que saldrán a hacer el primer turno del día con él. Es el día 55 desde el estallido social que comenzó el 18 de octubre. Han pasado 53 días desde que el mecánico Álex Núñez falleciese en una golpiza que, según la Subsecretaría del Interior, fue realizada por Carabineros; 33 días desde que un estudiante, Gustavo Gatica, perdiera la vista después de ser herido con perdigones durante una manifestación, y 15 desde que Fabiola Campillay, una vecina de 36 años de San Bernardo, recibiera un impacto, presumiblemente de una lacrimógena, que le arruinó los ojos e hirió su cabeza, mientras esperaba el bus que la llevaría a su trabajo. En un total de 2.537 eventos graves, durante estos días también han resultado lesionados 2.840 carabineros.El subteniente Magaña, que es el más joven de los cuatro hombres en la sala, repasa las directrices del turno. Les pide que se cuiden, que se protejan. Y luego dice una cosa más:-Nosotros no salimos a herir gente.Hoy también se cumplen dos semanas desde que la ONG Human Rights Watch asegurara que 1.051 personas habían sido heridas por perdigones.El subteniente Magaña se sube a la patrulla 5114 con el cabo Toledo, un funcionario de 42 años que antes trabajaba en la Sección de Investigaciones Policiales, pero que, después de la crisis, pasó a apoyar al personal de La Reina. Entonces tuvo que volver a ponerse el uniforme, a afeitarse la barba y a engominarse el pelo. Sus primeros días, recuerda manejando la patrulla, fueron haciendo guardia en las salidas de las estaciones de metro Plaza Egaña y Castillo Velasco.-Nos gritaban "!Paco culiao¡". La gente se tapaba los ojos frente a nosotros.El gesto, que nació como una forma de protesta tras las lesiones a la vista y estallidos oculares provocados por los perdigones lanzados desde las escopetas antidisturbios de Carabineros, fue, tal vez, uno de los primeros síntomas del divorcio de una parte de la ciudadanía con su policía.Esa mañana también pasó. Mientras Magaña y Toledo llenaban el estanque del Dodge Charger en la Copec de Monseñor Edwards con Príncipe de Gales, un universitario los observaba desde una farmacia en la esquina. Tenía su mano derecha extendida y apoyada sobre su ojo.-Quizá le pica el ojo -dice Magaña-. Tal vez no se lavó la cara.Un día antes, mientras hacía guardia en la 16ª comisaría, el subteniente había hablado sobre esto.-Existe el principio de inocencia y un debido proceso. Cuando podamos conocer realmente quiénes tienen la responsabilidad, ahí será el momento de juzgar a quien corresponda. Obviamente que a todos nos duele que resulten personas lesionadas. Más aún cuando es una persona que va a trabajar para llevar el sustento a su hogar.-¿Pero entiende la rabia que hay hacia Carabineros?-Me cuesta entenderla.Las murallas fueron, probablemente, el segundo síntoma. Mientras Magaña y Toledo manejaban por las calles de La Reina, por las ventanas se veían los mensajes de esa parte de la población que había dejado de confiar en ellos. Las paredes decían "Paco muerto no viola", "Anti yuta" y "ACAB", esa sigla en inglés que expresa que todos los policías son bastardos. Cuando iba por Príncipe de Gales, Toledo...

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