Patricio Aylwin Azócar - 20 de Abril de 2016 - El Mercurio - Noticias - VLEX 633100629

Patricio Aylwin Azócar

Se rinde justo homenaje nacional en estas horas al conductor del primer gobierno democrático de la transición. Más de cinco lustros han transcurrido desde que Aylwin definió como misión fundamental de su Presidencia "forjar la unidad nacional por caminos de reconciliación entre todos los chilenos". Se puede estar cierto de que ese propósito se alcanzó en su corta gestión de cuatro años, pese a que algunos sectores extremos persistan hasta hoy en revanchismos y en la obstinada negación del desarrollo logrado en esta ya larga etapa por gobiernos de distinto signo político. El ex Mandatario, fallecido a los 97 años, heredó al asumir las tensiones e ideologismos propios de los años 60, que hicieron eclosión en los 70 con el intento del gobierno de minoría de la Unidad Popular de establecer irreversibles estructuras revolucionarias de inspiración marxista. Al conflicto insoluble que ello provocó en la sociedad civil siguieron casi 17 años de gobierno militar, cuyas lúcidas modernizaciones y reformas económicas y sociales libertarias contrastaron con la pesada realidad de inadmisibles violaciones a los derechos humanos.

La personalidad de Aylwin -hombre de derecho, de arraigados principios y respetuosas maneras- se formó en un país que había alcanzado cotas notables de democracia política, resaltantes en el contexto latinoamericano del siglo XX: voto popular extendido, alternancia en el poder, institucionalidad operativa, Congreso y justicia independientes, y prensa libre. Lamentablemente, había quedado muy rezagado el progreso económico, por un crecimiento incluso menos que mediocre, y consecuencialmente el avance social, con índices inaceptables de extrema pobreza, lo que dio incentivo a extremismos dispuestos a desafiar el orden constitucional y democrático.

El futuro Mandatario fue hijo de la clase media ilustrada -su padre, juez y luego presidente de la Corte Suprema- y producto genuino de la educación pública de entonces -Liceos de San Bernardo y Valentín Letelier de Santiago, Internado Nacional Barros Arana-, inferior en cobertura, pero de calidad superior a la actual. En la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile destacó como ayudante en la cátedra de Derecho Administrativo, que más tarde desempeñaría con brillo. Parece decidor que también haya sido profesor de Educación Cívica en el Instituto Nacional, lo que denota una temprana preocupación por la ciudadanía y la cosa pública. Su temperamento no individualista lo movió a la...

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