Parte primera - Tratado de la elocuencia - Libros y Revistas - VLEX 1028416421

Parte primera

AutorAntonio De Capmany y De Montpalau
Páginas41-60
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TRATADO DE LA ELOCUENCIA
PARTE PRIMERA
De la dicción
Como se compone la oración de periodos, los períodos de miem-
bros, los miembros de incisos, los incisos de palabras, y las palabras
de sílabas, aquí trataremos por su orden de todas estas partes, que
forman la dicción oratoria.
I. Composición
De las sílabas
Dos cosas complacen al oído en el discurso, sonido, y número; el
primero por la naturaleza de las palabras, esto es, por la composi-
ción de las sílabas, cuya menor o mayor melodía nace de la acen-
tuación de las letras, y de su concurso y trabazón; el segundo por la
coordinación y número de los términos, o medida de los incisos.
Para analizar bien el placer que resulta de una sucesión de so-
nidos, es menester antes descomponerla en sus partes y elementos.
Las frases se componen de palabras, y éstas de sílabas que se for-
man o de simples vocales, o de vocales y consonantes juntamente;
mas como entre estas dos especies hay algunas más o menos fáciles
de pronunciar, más o menos sordas, más o menos rudas, la combi-
nación de estas consonantes y vocales forma la mayor o menor dul-
zura, la mayor o menor aspereza de una sílaba. Por esto la lengua
española, que tiene la hermosa mezcla de consonantes y vocales
dulces y sonoras, se puede llamar la más armoniosa de las vulgares.
Pero primeramente es menester evitar la continuada melodía y
consonancia de sílabas, o palabras demasiado cercanas, que forman
el vicio del sonsonete, cuando el autor no castiga la composición. En
uno, que se nos ha querido poner por modelo, leemos: «El autor no
fue prudente en no querer que sus faltas enmiende y defienda el que las
siente.» Otro, por falta de atención, o de un oído sensible, dice: «Es-
tos ecos lejos suenan.» En este caso la prosa siempre será pobre, insí-
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ANTONIO DE CAPMANY Y DE MONTPALAU
pida y monótona, porque el placer del oído debe provenir de los
intervalos disonantes, esto es, de la variedad del acento y pronun-
ciación.
En segundo lugar, se pide tino para que no se encuentre en las
letras el desagradable concurso de muchas vocales de una misma
especie: por ejemplo: Oía a Aurelio: leía a Ausonio: vaya hacia Europa,
etc. Este vicio literal se llama cacofonía, a que es siempre muy pro-
pensa nuestra lengua, si no se maneja con cuidado, consultando el
oído, que es el mejor juez y la única regla.
En tercer lugar debemos precaver, en cuanto sea posible, el con-
curso duro de muchas consonantes rudas y fuertes, como en estas
expresiones: Error remoto: trozos rojos: sus sucios sucesos. El tino en
esta materia consiste en saber interpolar las palabras, invertirlas, o
escoger otras que formen una frase más fluida y sonora.
De las palabras
Todo discurso se compone de palabras, cada palabra expresa
una idea: luego parece que el orden gramatical de estos signos en la
oración habrá de seguir el natural que en su filiación llevan las ideas.
Pero aunque las reglas lógicas de la gramática general prescriban
este orden con más severidad, las leyes oratorias, cuando buscan la
elegancia, precisión y energía, permiten la transposición, que en unas
lenguas puede ser más libre que en otras, y en todas tiene siempre
más licencia en la poesía. Sin embargo hay ideas, que por su corre-
lación y calidad no pueden invertir la coordinación en la frase: como
se puede ver en la que deben guardar ciertos nombres. Como: Sin
padre ni madre; los hombres y los brutos; dos años y dos meses; en su
enfermedad y muerte, etc.
¿Quién ignora que en el orden de estas palabras se ha de guar-
dar la prioridad de tiempo, lugar, calidad, cantidad? Con todo eso,
en escritos muy serios, y llenos de ingenio, se descubren a veces es-
tos defectos, que la prosa condena por graves, cuando otras exce-
lentes virtudes del escritor, o la delicadeza del número oratorio no
los hacen disculpables.
Por otra parte todas las palabras, siendo unos signos represen-
tativos de las ideas, deben guardar aquella progresión siempre de-
pendiente del orden de los objetos que abrazan, como: herida grave,
cruel, atroz: objeto triste y horroroso: acomete, desbarata, aniquila; pero
los adverbios, conjunciones, y otras partículas absolutas y neutras
deben colocarse donde prescribe el uso, o el diferente carácter de las

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