El parque zoológico secreto de la Dehesa - 27 de Diciembre de 2014 - El Mercurio - Noticias - VLEX 550411822

El parque zoológico secreto de la Dehesa

Aquí, en un terreno de 17 hectáreas, hay más de 600 animales, entre ellos un par de especies únicas en el mundo, como el generuk, una tipo de antílope de cuello largo, del que solo existen unos pocos especímenes en Estados Unidos, además de otros en libertad en África. Acá hay siete de ellos. También conviven 85 variedades de aves -entre ñandús, papagayos-, además de 12 especies de mamíferos. No hay carnívoros.

-Sí, soy un loco. Ponle que soy un loco -dice Michel Durand, 73 años, casado, tres hijos, entre risueño y serio, sentado en la terraza de su casa-parque zoológico, ubicada en el corazón de La Dehesa, interrumpido apenas por el sonido de varios flamencos graznando a lo lejos.

-¿Por qué nunca ha abierto su zoológico al público?

-Porque la colección de animales y aves que hay en el parque son en su mayoría en vías de extinción y son muy susceptibles a las personas extrañas. Acá deben estar libres, en su hábitat, para que estén bien.

-¿Cuánto le cuesta mantener este lugar?

-Nada, pues. El costo no es mucho, los animales comen pasto del fundo. Y la mayoría me los han regalado, porque los zoológicos no venden animales. O te los dan o hacen intercambio. Soy uno de los pocos particulares que tienen trato con zoológicos mundiales.

Esta tarde usa unos binoculares colgando desde su cuello, una radio con la que se comunica con el resto de los empleados del zoológico en su mano derecha, el iPhone en el bolsillo, sombrero de ala, unos mocasines elegantes a medio embarrar, la camisa abierta hasta la mitad del torso.

Todos los días, desde las siete de la mañana, Durand camina por el predio, mirando los animales, monitoreando su estado de salud, su comportamiento y comprobando la condición en que se encuentran las crías.

-Yo no paro. Siempre hay que hacer cosas, en la noche estoy una hora con ellos -dice.

Cerca de la entrada a la casa, un poco antes de la pradera, hay un invernadero. Junto a él, una construcción hecha de troncos, con un dormitorio, una salita y un bar-cocina. Antes, Durand solía dormir allí, junto a las aves.

-Cuando vivía con los pájaros, era bien intenso. Ellos se enferman y vienen donde estás tú. Muchos han muerto en mis manos. La última mirada de un animal cuando se muere es terrible, te parte el alma.

Herencia familiar

Todo lo que Michel Durand sabe de animales lo ha aprendido en la práctica, dice que no hay otra manera.

-En esto no hay verdades absolutas, tienes el feeling o no. Si lo tienes, haces las cosas que crees que son buenas y te funcionan. Eso es importante. Por ejemplo, yo tenía un empleado, el Pepe, que era un innato curador de animales, se le quebraba una pata a un flamenco, que era irreparable para otras personas, él le ponía unas cosas, unos gel y después el flamenco estaba caminando. Entonces, hay gente que tiene ese feeling y la sensibilidad. No se aprende. Y yo creo tenerla. Miro un lugar y me imagino que ahí van a hacer nido los flamencos. Y después llegan y hacen su...

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