El paro de los profesores - 28 de Junio de 2015 - El Mercurio - Noticias - VLEX 575999022

El paro de los profesores

Si la forma que los profesores han elegido para promover su punto de vista es legítima, entonces ellos no son responsables de ese desastre. Pero si la paralización que llevan adelante no goza de legitimidad, entonces ellos son los responsables.

La pregunta entonces es obvia: ¿es legítimo o no el paro de los profesores?

Una democracia debe, por supuesto, admitir la protesta. La protesta es la manera que tiene la ciudadanía, especialmente las minorías que no alcanzan la representación política, de criticar a la autoridad y hacer presente sus puntos de vista. Mirada así, la protesta es indispensable en el funcionamiento de una sociedad abierta. Sin ella la crítica menguaría, el poder arriesgaría el peligro de no experimentar límites y los grupos sociales minoritarios o débiles estarían condenados al silencio.

Si además la voluntad de protestar ha sido acordada por la mayoría de un grupo luego de una deliberación racional -es decir, si la protesta no es una simple reacción emocional o carnavalesca-, entonces la legitimidad es todavía más vigorosa.

Desgraciadamente, el Colegio de Profesores no está ejerciendo el derecho a la protesta: está ejecutando algo parecido a una extorsión.

La protesta consiste en hacer valer un punto de vista crítico de la autoridad o de alguna política pública, mediante diversas formas expresivas. Constituye, en esencia, una forma de ejercer la libertad de expresión, uno de los derechos fundamentales de cualquier sociedad. Pero entre esas formas expresivas no se encuentra el sacrificio flagrante e intenso de los derechos de terceros. Nadie puede protestar o efectuar críticas a la autoridad sacrificando para ello los intereses primordiales de un tercero que no consintió. Todos comprenden la valentía que subyace a la desobediencia civil, porque en ella el desobediente -él, no un tercero- arriesga una pena o sanción por desacatar una regla. Es también fácil comprender el sacrificio propio -como el que se ejecuta en una huelga de hambre- para hacer presente intereses que, de otra forma, serían olvidados. Más fácil todavía es entender la objeción de conciencia, la decisión de ser fiel a sí mismo aun al...

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