Un paraíso como cualquier otro - 25 de Septiembre de 2016 - El Mercurio - Noticias - VLEX 649610045

Un paraíso como cualquier otro

Vamos perdiendo altura y el paisaje se hace imponente. Más adelante divisamos Los Arenales, "la única playa con arena", según nos precisa Santiago Figueroa, el piloto.

El aterrizaje sobre la pista en declive resulta perfecto. Lo que vemos en Punta de Isla desconcierta. De una aridez casi absoluta, no concuerda con lo que sabíamos y acabábamos de apreciar desde el aire. Los helechos no aparecen por parte alguna.

Nos recibe un grupo de jóvenes. En mulas cargamos el equipaje y a pie bajamos por un camino zigzagueante hasta la Bahía del Padre. La bahía tiene la forma de un cráter, donde el mar se ha colado. Luego un geólogo de la Universidad del Norte nos confirmará que Punta de Isla, a diferencia del resto de Robinson Crusoe, tiene origen volcánico.

En Bahía del Padre abordamos una lancha langostera, la cual nos llevará -junto con Lincoyán Parada y sus máquinas fotográficas- hasta el otro extremo de la isla, hasta Bahía Cumberland, donde se concentran las casi quinientas personas que forman toda la población de la comuna de Juan Fernández. Bordeando acantilados, divisamos al único mamífero autóctono de este lugar: el lobo marino de dos pelos, mientras los peces voladores pasan zumbando a nuestro lado.

El patrón del bote, Juan Recabarren, se preocupa de mostrarnos todo lo que considera digno de ser fotografiado. Improvisado guía de turismo, nos va indicando:

-Ese que se ve allá es Puerto Inglés, donde vivió Robinson Crusoe. ¿Ve esa cueva? Esa es la cueva de Robinson que le dicen.

-Pero Robinson es un personaje de ficción; nunca existió -observamos.

-!Bah¡ !No le digo que vivió ahí¡ En esa cueva. !Cómo que no va a haber existido¡ -insiste el botero.

Mientras conversamos, su ayudante pesca un hermoso ejemplar de vidriola, que luego asará a la parrilla, dentro de la lancha. Acostumbrados a pasar semanas mar adentro, los isleños tienen todo lo necesario en sus botes: "Agua, tetera, un brasero a carbón y lonas para guarecernos en la noche. Lo único que nos falta son las mujeres".

-¿Por qué no las llevan a pescar?

-No es trabajo para mujeres -nos responde el botero, sorprendido ante "semejante ocurrencia".

La única nota femenina en estas casas ambulantes es el pan con chicharrones, que ellas preparan en tierra y que ahora disfrutamos junto a este peculiar asado a la parrilla.

MARCADOS POR EL BARRO

El mar está calmo y el viaje es una interminable sucesión de pequeñas bahías. Antes de cada nuevo recodo, esperamos encontrarnos con el poblado. ("No se apure, en la próxima vuelta va a aparecer"). Avanzamos lentamente, impulsados por un motor fuera de borda, "carne'e perro", según nos dicen. Uno más rápido no serviría para la pesca de la langosta.

Tras una hora y media de navegación, la roca se abre y aparece el escenario de Cumberland con sus innumerables protagonistas. Destacándose contra el verdor del cerro vemos un centenar de coloridas casas de madera dispuestas en desorden. Una banda de tierra que quiere llegar al cielo ordena el espectáculo. Esta protegida bahía, al norte de la isla, es el lugar más apto para la instalación de viviendas. Aunque sus construcciones son bastante parecidas a las de cualquier caleta continental, la imagen de El Yunque y su corona de nubes la hace diferente.

Sobre el muelle una treintena de personas espera los encargos que ha traído el avión desde Santiago.

Mientras los adultos se dedican a identificar sus paquetes, los niños nos dan la bienvenida y se encargan de guiarnos a la casa de la...

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