La paradoja del golfista - 11 de Abril de 2015 - El Mercurio - Noticias - VLEX 564777346

La paradoja del golfista

-Sinceramente, no me puedo acordar, no tengo la imagen de cómo la pelota entró al hoyo -dice-. Al final, casi que tiré la toalla. Le pegué, no me acuerdo cómo. Solo sé que la vi entrar.

Fue como si su cuerpo tomara control sobre su conciencia, permitiéndole volver en sí solamente cuando ya no quedaba más por hacer. La transmisión oficial de esa tarde del 18 de enero en Buenos Aires, lo muestra llevándose las manos a la cabeza, cerrando y abriendo los ojos después de un suspiro, como si acabara de despertar de un sueño.

Pero esa serie de imágenes que se repetirán una y otra vez en las crónicas deportivas para decir que Domínguez, de 22 años, estudiante de la Universidad de Texas Tech, es el primer chileno en 51 años en clasificar al Masters de Augusta, uno de los cuatro torneos más importantes del año en el golf masculino, no están en su cabeza, porque lo que Matías tiene son preguntas.

De hecho, tiene una ahora.

-¿Sabes cuántos torneos internacionales había ganado antes de esto? Ninguno. Nunca había ganado algo antes.

Hermano menor

Antes de Matías, vino su hermano Tomás. Aunque, siendo justos, antes vinieron Jorge Domínguez y Francisca Balbontín: una pareja de arquitectos que se fueron a hacer un doctorado a España. Tomás nació allá, en Barcelona, en 1990. Matías en Santiago, dos años más tarde. La familia la completó Francisca, nacida a fines de 1994. Vivían en Vitacura. Los padres tenían su oficina de arquitectura, los hijos iban al Santiago College y Francisca al Villa María. También eran socios del Country Club.

-Al principio, Tomás era súper movedizo y atlético. Matías no -dice el padre.

Los niños Domínguez pronto se inscribieron en todas las escuelas deportivas del club y del colegio, en las que pudieron. Jugaban tenis, golf, fútbol, rugby, squash, hockey y vóleibol. Según sus padres, destacaron en cada una de esas ramas.

-A veces se quedaban dormidos en el country y del club me llamaban para preguntar: "¿Va a venir a buscarlos?". Lo que pasa es que Tomás y Matías eran hiperactivos -dice Francisca Balbontín-. Yo necesitaba tenerlos haciendo deporte.

Para acortar los tiempos, Jorge y Francisca compraron una casa en Monseñor Edwards. El lugar tenía un patio con una reja pequeña que daba al hoyo cuatro de la cancha de golf del Country Club. La imagen que Jorge recuerda los sábados en la mañana, es la de Tomás, vestido de blanco, saliendo hacia el club.

-En todo lo que su hermano hiciera -dice el padre-, Matías lo seguía.

En esos primeros días en las canchas, cuando pegarle a la pelota era una suerte de juego de imitación con su hermano mayor, Matías Domínguez recuerda que sintió cierta facilidad para el deporte. Que golpear con una raqueta o un palo no le costaba tanto. Aunque, como agrega Benjamín Etchebarne, un...

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