Palanca rota - 5 de Noviembre de 2015 - El Mercurio - Noticias - VLEX 586288842

Palanca rota

Brasil no parece una economía a punto de sobrecalentarse. El FMI espera que se contraiga en un 3% en este año, y 1% el próximo (el país no ha sufrido dos años seguidos de contracción desde 1930-31). Un millón 200 mil empleos han desaparecido este año hasta septiembre; el desempleo ha llegado a un 7,6%, frente al 4,9% de hace un año. A los que aún tienen trabajo les está costando más llegar a fin de mes: el real (ajustado por inflación), los salarios se han reducido en 4,3% en un año. A pesar de la débil economía, la inflación está empujando los dos dígitos. El Banco Central recientemente reconoció que se perderá su meta de inflación de 4,5% el próximo año. Los mercados no esperan que se logre antes de 2019.

Si la rápida alza de los precios es simplemente un efecto pasajero por la reciente caída del real, que ha hecho subir el costo de los bienes importados, entonces no es tan preocupante. Pero algunos economistas tienen una explicación más alarmante: que los problemas presupuestarios de Brasil son tan extremos que han minado el poder del Banco Central para combatir la inflación, un fenómeno conocido como predominio fiscal.

Las causas inmediatas de los problemas brasileños son externas: la débil economía mundial y el titubeante apetito de China por petróleo y mineral de hierro en particular han debilitado las exportaciones y las inversiones.

Dolor autoinfligido

Pero gran parte del dolor del país es autoinfligido. La Presidenta Dilma Rousseff podría haber usado la bonanza de los commodities en su primer mandato, 2011-14, para reducir el Estado sobredimensionado, que se traga el 36% del PIB a pesar de ofrecer pocos servicios públicos decentes en retribución. En cambio, derrochó limosna, préstamos subsidiarios y costosas exenciones fiscales para industrias favorecidas. Estos alimentaron un boom de consumo y con ello la inflación al tiempo que oculta las debilidades subyacentes de la economía: fuerte burocracia, impuestos impenetrables, mano de obra no calificada e infraestructura de mala calidad.

El despilfarro del gobierno dejó también por el suelo las finanzas públicas. El saldo primario (antes del pago de intereses) pasó de un superávit de 3,1% del PIB en 2011 a un déficit previsto de 0,9% para este año. En el mismo período, la deuda pública ha llegado a un 65% del PIB, un aumento de 13 puntos porcentuales. Es más baja que en muchos países ricos, pero Brasil paga intereses más altos por su deuda, y en su gran mayoría está denominada en...

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