Padre e hija en busca de ballenas - 31 de Diciembre de 2023 - El Mercurio - Noticias - VLEX 973713635

Padre e hija en busca de ballenas

"P a, se ven las nubes... ¿A dónde vamos? ¿!Al espacio¡? !Qué ganas de saber a qué saben las nubes¡ ¿A algodón de azúcar? !Las veo y me siento como en los dibujitos animados, cuando aparece un unicornio, o el arco iris¡".No es la primera vez que Mora, mi hija, que tiene ocho años, viaja en avión. Si bien todos los veranos hacemos alguna escapada juntos a la Costa Atlántica, el lugar de veraneo predilecto de los argentinos, esta es una travesía especial. Nos vamos a la distante Patagonia a ver ballenas. Vamos a alquilar un auto unos días para movernos en soledad y vamos a hacer excursiones algunos otros. Vamos a ver pingüinos y elefantes marinos. Quizás orcas. Tal vez guanacos. Ovejas seguro. Vamos a sacar fotos y escribir un diario de viaje. Vamos a ser viajeros cómplices y curiosos.De pingüinos y dinosaurios"La vida... ¿es real?", me pregunta -se pregunta- Mora, mientras se mira al espejo del departamento en el que nos hospedamos en Puerto Madryn, provincia de Chubut, Patagonia argentina.Es domingo y me levanto temprano. Hay que alistarse para la primera excursión y, !oh, sorpresa¡, Mora ya está despierta, sentadita sobre la cama, vestida de pies a cabeza, con el gorro de lana puesto. La agenda del día indica que nos vamos a Punta Tombo a ver pingüinos y luego a Gaiman a tomar el té galés, una fuerte tradición por aquí.Ahora surcamos la RN3 en una camioneta con otros turistas de diversos países y provincias argentinas. Somnolientos, nos detenemos en la réplica del dinosaurio más grande del mundo, el Patagotitan mayorum , descubierto por científicos del Museo Paleontológico Egidio Feruglio, de la ciudad de Trelew, en el año 2014. Bajamos para la foto de rigor, pero el vendaval nos vuela la melena y Mora siente frío: experimenta así, por primera vez, lo que es el viento austral.Un par de horas más tarde llegamos a Punta Tombo. Aquí se encuentra una de las colonias de pingüinos Magallanes más grandes del mundo, hasta donde se traslada alrededor de un millón de ejemplares por temporada. Reacondicionan sus nidos, luego copulan, ponen huevos, se reproducen y cambian el plumaje.Apenas entramos, podemos ver cómo uno de ellos camina con displicencia entre la gente, mientras un puñado de turistas le hace fotos. A pesar de esa imagen inicial, a Morita no parecen conmoverle tanto los pingüinos como imaginé. Aún no hay pichones y creo que los pequeños seguramente la enternecerían un poco más."!Mirá pa, un huevo¡", me alerta más adelante, con los ojos bien abiertos, entusiasmada con el hallazgo. Pero nada le llamará más la atención que aquellos pingüinos que anidan bajo las pasarelas de madera. Cuando descubre el primero, escudriña por entre las hendijas y queda hipnotizada con ese refugio extraño.Aún hay un trayecto para caminar hasta el final de la reserva, donde la pasarela desemboca en el mar. Le pido a Mora una foto -otra más-, pero se niega. Dice que no quiere porque nunca las imprimo...

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