En los oídos de un policía de narcóticos - 9 de Julio de 2011 - El Mercurio - Noticias - VLEX 288875418

En los oídos de un policía de narcóticos

Rodolfo Castañeda tenía 24 años y cumplía su primer año en funciones en la Bicrim de José María Caro, una de las más problemáticas de Santiago. Era un novato y junto a otros tres compañeros salieron a buscar a un Ronald León a pocos metros de la casa del Jarro. Un enorme pitbull la custodiaba. Como cada vez que entraban a la población, siempre en grupo, jamás solos, sintieron la hostilidad, las miradas de desaprobación, el movimiento de gente, los silbidos que les hacían ver que, ni ese día, ni nunca, serían bienvenidos.

Tal como consta en el expediente, los policías, mientras avanzaban, vieron a varios individuos, entre ellos a Luis Cavieres, el anciano y discapacitado padre del Jarro, en actitud de transacción de drogas. Según los sujetos, mientras avanzaba el auto, pasó por una poza de agua, mojándolos. Procedieron a un control de identidad, entre gritos y garabatos. Cada vez más pobladores se acercaban al lugar, rodeándolos.

Castañeda comenzó a discutir con Luis Cavieres, justo cuando el Jarro, que estaba adentro de su casa, salió gritando desaforado directo hacia él, pidiéndole explicaciones.

-¿Por qué ch... estái controlando a mi papá?

Los pobladores ya tomaban palos y piedras.

Hay muchas versiones y no se sabe en qué momento exacto Castañeda cayó al suelo. Él mismo terminó declarando que fue un derechazo de Luis Cavieres el que lo botó y que, por la edad y condición del hombre, no pudo defenderse. La situación, un narcotraficante agrediendo a un detective, era muy inusual: un incidente así suele afectar el negocio, el flujo de dinero, al final del día lo más importante en la cadena de venta de drogas.

El descontrol fue total: el resto de los policías pidió respaldo y la gente comenzó a romperles el auto, que terminó con todos los vidrios rotos. En el piso, de espaldas, Castañeda vio cómo el Jarro tomaba un chuzo de cuatro kilos y se preparaba para enterrárselo en la cara. Aún algo mareado, no pudo sacar su arma de servicio.

Una fuerte detonación interrumpió la escena. Un compañero de la Bicrim le disparó al Jarro en una pierna. Apenas controlaron la turba.

-De no ser por mi compañero, no estaría hablando hoy.

Castañeda, sangrando, fue a atenderse primero al Barros Luco y después al hospital de Carabineros. Le diagnosticaron una contusión nasal, lesiones leves. Se le abrió un sumario para investigar lo que pasó en el procedimiento. La pelea con un civil suponía una anotación en su hoja de vida, algo que jamás pensó tener tan pronto en su carrera.

La PDI lo respaldó y se querelló por homicidio frustrado contra Cavieres hijo. Pidieron 14 años de cárcel, pero fue absuelto tiempo después. El Jarro lo tomó como una victoria.

Justo debajo el pitbull, esa mañana, se encontraron 194 contenedores con dosis de cocaína. No se pudo determinar a quién le pertenecían.

*

El 4 de julio de 2007, diez meses después de la pelea, alguien marcó el número de la Bicrim de José María Caro desde un teléfono público ubicado en la esquina de avenida La Feria con Enrique Mattas, a cuatro cuadras de La Victoria. La voz, que no se identificó, decía que un tal Jarro controlaba todo el tráfico de drogas del sector.

Tampoco era una gran novedad. El Jarro era un personaje reconocido en la población. Había participado en la pavimentación compartida de La Victoria en la década de los ochenta y, según testimonios, ya de adulto, seguía viviendo como allegado en la casa de su padre, junto a su pareja, con un solo bien particular: una cama.

Tras el triple homicidio de 2000, por el que fue condenado a sólo cinco años tras considerar que actuó en defensa propia, ganó notoriedad y, a los pocos años, tenía camionetas y autos de lujo que contrastaban con la pobreza del lugar.

El Jarro simplemente no soportaba a la policía. "Los veía y se engrifaba, se volvía loco", declaró Érika Zúñiga, quien fue parte de su banda, pero en el juicio testificó en su contra. Solía pedirles los nombres a los cabos de carabineros que lo controlaban a modo de amedrentamiento y, cuando identificaba a alguno haciendo vigilancia, les echaba el auto encima.

-¿Sabís lo que le dije? Soi entero coimero paco c..... Dónde te pille de nuevo te saco la ch...", se le escucha en una grabación, hablando con su abogado, tras un control de tránsito que le había practicado minutos antes.

El episodio con Castañeda aumentó aún más su fama. Su tía Angelina lo llamó una mañana preocupada, por una paliza que había recibido una amiga.

-Estuve a punto de llamarte. Soi el único choro de verdad. Le sacai la cresta al paco o rati que se ponga por delante.

Los Cavieres movían unos 17 millones de pesos al mes. Tenía un campo en Melipilla, una casa en Puchuncaví con seis motos compradas en una sola Navidad. Cerraba la calle para los partidos de Colo Colo. Ahí tocaron para él, según declararon miembros de su propia banda, Rumba 5, el doble de Marco Antonio Solís, la Sonora Palacios Junior y la American Sound.

Cuando sonaba el teléfono fijo de la casa, su gente solía contestar:

-Aló, mansión Cavieres.

Tenía caballos de carrera. Frecuentaba el Club Hípico. Conocía a la gente adecuada. En un video de la PDI sale compartiendo con el futbolista Arturo Vidal, también propietario de caballos. Se sacaron fotos juntos.

Quería más.

Escucha 1541.

-Me voy a comprar una moto de agua, un yate. Sí, nos vamos en mi yate, te compro una laguna, no un lago, pero una laguna sí.

Escucha 19.567.

-Todas estas cosas. Tengo cosas que trabajando nunca hubiese tenido.

A Rodolfo Castañeda, coincidentemente, le correspondió hacer las primeras diligencias. Se dio cuenta con quién estaba lidiando: en auto, lo siguió desde cerca por Baldomero Lillo hacia el...

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