Ocho años sin Gabriela
Juan Marín luce cansado. A sus 32 años, su rostro muestra algunas arrugas y se le marcan las ojeras. Cuenta que en las últimas semanas no ha dormido bien. Desde que comenzó el juicio de Martín Pradenas -imputado por la fiscalía como el agresor de Antonia Barra y de otras denunciantes-, su mente se ha llenado de recuerdos y heridas que aún no cierran, pero que lucha por sanar. Al hablar y describir esos recuerdos, en su voz se puede evidenciar la tristeza y rabia que arrastra desde hace tiempo.-Han pasado ocho años, pero aún siento que todo ocurrió ayer. Hay días en los que despierto y deseo olvidar todo lo que pasó, aunque sea por un solo día. Estar tranquilo, darle amor a mi hijo, no estar enojado o con pena a su lado. Es difícil vivir con este dolor. Para mí, el día en que comenzó esta pesadilla, mataron la mitad de mí -describe.El jueves 6 de septiembre de 2012, Marín encontró el cuerpo de su hermana Gabriela -entonces una parvularia de 23 años- en su casa, en San Fernando. Tras un severo cuadro depresivo, ella había decidido quitarse la vida. Entre sus cosas, le dejó una carta de despedida a Juan: "Bichi, perdóname... Solo eso, por no ser la hermana fuerte. No lo pude ser. Te pido que esto no se quede así, has que paguen, pero cuídate y cuida a mi mamá y a mis niños. Te amo, hermano. Te amo mucho. Gracias por tu apoyo y ayuda. Perdóname".Un mes antes, Gabriela Marín había sido golpeada y abusada sexualmente por tres hombres en una línea férrea de la ciudad. Esa noche, Carabineros detuvo a tres sospechosos, los que fueron reconocidos por la misma joven. Al otro día, el tribunal declaró ilegal la detención y los dejó en libertad.-Ella tenía miedo a la exposición, a toparse con los tipos en la calle. Le prometí que nadie le haría daño, que la acompañaría y protegería en todo momento. Si era necesario apuñalarlos, lo hacía. No iba a permitir que le volviera a pasar algo. Pero la perdí. Mi hermana se me fue y eso cambió mi vida -confiesa Juan Marín.Según consta en la investigación, el 7 de agosto de 2012, cerca de las 9 de la noche, Gabriela Marín salió de un cibercafé del centro de San Fernando, cuando un desconocido la abordó. Bajo amenaza la llevó hasta la línea férrea en el paseo peatonal de Tres Montes. Luego se sumaron dos hombres, los que estaban escondidos esperando una señal. Allí, los tres sujetos golpearon, violaron y abandonaron a la joven.Por la cercanía del lugar, Gabriela Marín se dirigió a la casa de María Salas, suegra de su hermano Juan, para buscar ayuda. Ellas tenían una relación cercana, casi de madre e hija. Salas aún recuerda esa noche, cuando, estando acostada, escuchó que golpeaban con fuerza su puerta.-Estaba llena de heridas. Solo vestía unas pantys rotas y una polera. Quedé impactada cuando la vi. Le pregunté qué le había pasado y solo me abrazó. La llevé hasta mi pieza para que conversáramos. Lo único que pedía era que la llevara al hospital, sentía mucho dolor -recuerda María Salas.En la habitación, Gabriela Marín, entre lágrimas, le contó a María lo que había vivido. Ese dolor, además del emocional, lo sentía físicamente. Los tres hombres no solo abusaron de ella, también introdujeron piedras en su vagina, de acuerdo al informe de constatación de lesiones.Después de que Carabineros la entrevistó en la casa, fue llevada a la línea férrea. Allí, Gabriela Marín reconoció a sus agresores, que aún estaban en el lugar, quienes fueron detenidos. Luego, en el Hospital de San Fernando constataron sus lesiones y cerca de la una de la mañana, fue trasladada a la comisaría. Durante todo ese proceso, siempre estuvo acompañada de María Salas. Allí, ambas volvieron a declarar. A Gabriela Marín la entrevistó una carabinera, ante quien tuvo que volver a relatar lo sucedido. No sería la última vez: en adelante, recuerda Salas, debió repetir su testimonio en diversas ocasiones.En la comisaría, a la joven le informaron que en las inmediaciones de la línea férrea habían encontrado sus objetos...
Para continuar leyendo
Solicita tu prueba