El ocaso de una reina narcisista - 26 de Agosto de 2018 - El Mercurio - Noticias - VLEX 737406089

El ocaso de una reina narcisista

"El problema no soy yo , el problema son todos ustedes", se enfureció Cristina Kirchner el último miércoles en el Senado, poco después de que sus colegas, esos "traidores", votaran por unanimidad el allanamiento a sus tres casas, en el marco de una causa que investiga la mafia de la obra pública y que la tiene, con más evidencias que nunca, en el centro de la mira.Su último discurso, aunque impregnado por su marca registrada -la soberbia-, estuvo lejos del brillo de otras épocas. Más dispersa, dejó sabor a ocaso. Cristina asiste al principio del fin de su propio sueño. Un sueño al que se dedicó, literalmente, toda su vida: desde que nació, como hija natural, en aquel hogar de Tolosa, sin cloacas, y del que se prometió salir para ascender socialmente. Ascender y "pertenecer". A cualquier precio, a como dé lugar. Pero aquel castillo de naipes, ese "House of cards" privado y a la criolla, es el que comenzó a resquebrajarse esta semana, durante el momento más difícil que le ha tocado vivir desde que abandonó el resguardo del poder.Podría decirse que el primer "relato" de Cristina empieza con su propia vida. Edulcorando, por ejemplo, las verdaderas condiciones de su infancia en la que sufrió violencia. El colectivero Eduardo Fernández, quien asumió el rol paterno, la ignoraba, mientras que con su madre, Ofelia Wilhem, las trifulcas eran cotidianas. En su casa los platos volaban por el aire, por eso trataba de estar en ella lo menos posible. Con bastante arte, y a través de sus biografías oficialistas (que controló), fue exitosa, también, en ocultar la humilde escuelita 102, de Tolosa, donde cursó la primaria. Un edificio deteriorado, al que le entró un metro y medio de agua durante la inundación de 2013, y al que Cristina nunca ayudó porque jamás se reconoció en aquellas aulas.Sus primeros pasos en la carrera del ascenso social -una estrategia que diseñó, sin descanso, desde que tenía 9 años, cuando competía despiadadamente por el mejor promedio de su clase- se apalancaron en tres hitos fundacionales. Uno fue cuando obligó al colectivero Fernández a asociarse al Jockey Club platense para poder conectar con un círculo social más elevado. El segundo, cuando pidió y logró el pase de una secundaria estatal a La Misericordia, un colegio privado y católico para la clase media. Sus ex compañeras la recuerdan como creída y soberbia -aunque ultra reservada con su vida privada-, a pesar de que muchas veces no tenía dinero ni para las salidas grupales. Su...

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