El oasis mundialero en el infierno de Carlos Tejas - 23 de Junio de 2018 - El Mercurio - Noticias - VLEX 729643117

El oasis mundialero en el infierno de Carlos Tejas

-Carlos, oye, tenís que ir a arreglar tu maleta.

Carlos Tejas estaba al interior del sauna de Juan Pinto Durán, relajado, mientras el resto de sus compañeros preparaba su equipaje. Hasta ese momento no formaría parte de la selección chilena que después de 16 años participaría en el Mundial de Fútbol de Francia 1998. Pero a solo horas de partir a Francia, el ayudante técnico de Nelson Acosta, Gustavo Huerta, abrió la puerta y le explicó que el delantero Juan Carreño había sido descartado por lesión. Que Nelson Acosta lo había incluido en la nómina como tercer arquero.

De inmediato, Carlos Tejas, 25 años, entonces arquero de Coquimbo Unido, fue a su habitación y llamó a su esposa para darle la noticia. Ninguno de los dos lo creía. En el trayecto del bus de la selección hacia el aeropuerto se pegó a la ventana y miró a las personas agitando banderas en las calles. Cuando subió al avión se sentó en su puesto individual en primera clase. Después de ponerse el cinturón y jugar con la pantalla del asiento, llamó nuevamente a su esposa: "Oye, sí es verdad, mi amor", le dijo. "Voy al mundial".

Carlos Tejas, 43 años, está parado detrás de un arco asimétrico, en una cancha abandonada que el club Brujas de Salamanca consiguió para el entrenamiento de hoy. Mientras reparte indicaciones, Tejas rebobina su historia: cuenta que es hijo de José Tejas, un camionero disidente del paro de camiones de 1972, que después escapó con su familia a Santiago al enterarse de que era buscado por la policía. En el camino, decía José, su hijo Carlos fue concebido. Al año siguiente, regresaron a Iquique, a su casa en la población Nueva Victoria.

-No había muchas expectativas en la población -dice Carlos Tejas-. A veces comíamos sopaipillas con té toda la semana; no había plata para pan.

Fue el penúltimo de seis hermanos. Eso le dio libertad para callejear, colarse en peñas folclóricas o participar en manifestaciones en contra de la dictadura. A los 14 años lo expulsaron del colegio; ese año probó el alcohol y la marihuana. Varios de sus amigos de infancia, dice, cumplen hoy condenas por homicidio o tráfico de droga.

-Si me hubiera quedado allá no sé qué habría pasado conmigo -afirma Tejas, caminando por la cancha vacía, después del entrenamiento. En esa época uno sentía como lo marginaban. Había apoderados que les decían a sus hijos que no se juntaran conmigo. Eso te hace una coraza.

Sus padres decidieron enviarlo a Coquimbo, a la casa de una de sus hermanas. La idea era sacarlo de la población: temían que se convirtiera en delincuente o se perdiera en la droga. No querían que terminara como su hermano mayor: siempre en problemas, apuñalado, incluso, por involucrarse en riñas.

Carlos Tejas quedó congelado cuando escuchó la música que salía de los parlantes del estadio Parc Lescure, en Bordeaux, Francia. "Vuelvo", de Illapu. Cuando lo dice se pone a llorar al interior de un bar en Salamanca: recordó la población, las peñas, las canciones que sus hermanas escuchaban a escondidas para no llamar la atención de los militares. Luego regresó a lo suyo: a lanzarle balones a Nelson Tapia para calentar el primer partido de Chile contra Italia.

-En el bus me fui detrás de Nelson y movía la cabeza de un lado a...

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