Los nuevos viñedos extremos de Chile
Un dentista de Buenos Aires que se refugió en la tranquilidad de la Patagonia chilena, un empresario de montajes industriales que trabaja en medio del desierto de Atacama.A la lista hay que sumar un agricultor huilliche que cría ovejas y cerdos a orillas del río Bueno y un productor de piñas en Isla de Pascua.Cada uno vive en zonas muy alejadas entre sí, con climas radicalmente distintos y suelos que no se parecen. Sin embargo, tienen un elemento común: ahora son viñateros.Aunque no se conocen entre ellos, forman parte de un ejército de pioneros que están conquistando terruños extremos como Chiloé, Isla de Pascua o Chile Chico.Cuidan parras que luchan con acumulaciones térmicas menores a las de la Champaña, la reputada zona fría de Francia; que tienen que alimentarse en suelos volcánicos en que el agua rápidamente se escapa, o que prosperan a pesar de estar en suelos desérticos y con récord de salinidad.Lejos de la tranquilidad de la zona central, por siglos el corazón de la producción de uva vinífera, ese puñado de nuevos viñateros está haciendo historia redibujando los límites del vino chileno."Nuestros ancestros en la Isla de Pascua nos entregaron los moáis. Yo también quiero aportar y ofrecer un vino hecho acá", explica José Tuki, agricultor rapanuí.Tuki lleva 40 años como agricultor en Isla de Pascua y se gana la vida cultivando piñas que vende en el archipiélago y en el continente. En 2020 plantó en su campo las primeras parras junto a José Mingo y Álvaro Arriagada y en enero de este año tuvo la primera vendimia.El vino se envasó la semana pasada y la Viña Puo'Hiro ya tiene su primer vino: Manutahi, una mezcla de uvas tintas, con base en syrah.Espumantes de San Pablo en el secano costero de Osorno, chardonnay de Huasco en el desierto de Atacama y pinot noir de Chile Chico están a punto de tomarse las estanterías de las tiendas y las mesas de los restaurantes. El trabajo para que vieran la luz ha sido intenso y con varios héroes anónimos... hasta ahora.Chiloé, parras junto al marA Gerardo Leal, gerente agrícola de Viña Santa Rita, le gustan los números. Cuando habla del proyecto experimental de la empresa en Punta Chilén, en el sector norte de la Isla Grande de Chiloé, tira datos sobre la mesa.Tras analizar el suelo del viñedo, determinaron que tiene 10% de materia orgánica, cinco veces el nivel que se registra en la zona central del país. Hasta los 40 centímetros de profundidad predomina el material de origen volcánico, de ahí hacia abajo es franco-arcilloso.El suelo también es mucho más ácido que lo usual para Chile. Originalmente tenía un pH de 3,8 y tras encalarlo llegó a 5,5 de pH. Esa característica hace que los macro y micronutrientes estén menos disponibles.Sin embargo, ese no es el único obstáculo. Los más de 2.000 mm de lluvia que caen al año provocan que el suelo tienda a perder elementos como el potasio."Como Santa Rita, queremos contribuir al desarrollo de los viñedos en el sur, pero con datos. Que no solo sean casos de ensayo y error particulares", sostiene Leal. De hecho, la bodega firmó un convenio con una estación experimental de la Universidad de Chile en Purranque, al sur de Osorno...
Para continuar leyendo
Solicita tu prueba