un nuevo y potente rubro para el agro
US$ 3.500 millones a nivel global y que se estima superará los 7 mil 800 millones de dólares, en la próxima década. Y el agro chileno, silenciosamente, está comenzando a hacerse parte de él.
Ya sea por moda, mayor preocupación de los consumidores respecto de lo que están comiendo o de la cada vez más extendida costumbre de leer la etiqueta de los alimentos para ver de que están hechos, los colorantes artificiales están bajo el escrutinio del consumidor, de la industria y de la legislación en varios países, principalmente de Europa.
Así, hoy hay cada vez mayor conciencia y fiscalización respecto de qué es lo que utiliza la industria alimentaria para dar color a las bebidas, yogures, sopas, helados, gelatinas, mayonesas y a los más de 500 productos que en mayor o menor medida utilizan colorantes artificiales en su elaboración. De la mano de lo anterior aparece la creciente resistencia a consumir productos que contengan colorantes químicos que puedan tener algún impacto negativo para la salud, lo que ha llevado a la industria a buscar colorantes a partir de vegetales y frutas que ya existen y, de paso, estimulando la generación de variedades de productos agrícolas específicos para producirlos.
"Hoy el consumidor está más informado y está más preocupado de su salud. Obviamente, cuando se ve que algunos colorantes artificiales provienen del petróleo y que su uso está asociado efectos negativos, como la irritabilidad en los niños, cáncer y alergias es entendible que la gente se preocupa de no comer esos productos", cuenta María Teresa Pino, coordinadora del Programa Nacional de Alimentos del INIA (Instituto de Investigaciones Agropecuarias), quien desde hace años lidera una serie de investigaciones para extraer colorantes naturales de frutas y verduras en Chile.
Y el país tendría algunas condiciones particulares para producir colores de la gama de los azules y morados, complejos de obtener desde la naturaleza, por lo que usualmente se extraen del petróleo.
Según diversos expertos, el país tiene un clima privilegiado para producir colorantes especialmente en esos colores.
Lo anterior sería porque, como explica el ingeniero químico, Jorge Cifuentes, fundador y socio de la empresa Andes Wisdom, que produce colorantes naturales, el país está bajo la influencia de la corriente marina circumpolar Antártica, la que es muy fría y que genera la corriente de Humboldt, que se pasea a lo largo de todo el país. "El efecto es que las especies vivas, flora y fauna, se adaptan a esas condiciones y para eso producen las moléculas necesarias para sobrevivir. Por eso acá hay frutos que tienen más antioxidantes, como el maqui y el calafate", explica.
María Teresa Pino agrega que esta misma condición geográfica permite que Chile tenga ventajas comparativas para obtener colorantes, ya que estos se intensifican y existe mayor diversidad genética. "La diferencia de temperatura entre el día y la noche acentúa los colores, especialmente el morado, lo cual ayuda a que se incrementen las antocianinas".
Estas últimas son las reinas en esta industria en el país. Las antocianinas son colorantes vegetales que van desde el rojo al azul y son una de las mejores alternativas para reemplazar colores sintéticos como el Rojo 40, una de las tonalidades genéricas más usadas en la industria, y además tiene una alta concentración de antioxidantes y, por lo mismo, se le atribuyen efectos anticancerígenos, antiinflamatorios y antidiabéticos.
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