EL NUEVO COMIENZO DE GUAYAQUIL - 3 de Febrero de 2017 - El Mercurio - Noticias - VLEX 664075977

EL NUEVO COMIENZO DE GUAYAQUIL

Sabes que estás en Guayaquil por lo que has leído antes de venir, y también por lo que oyes acá: que Guayaquil es un lugar de paso. La puerta de entrada al archipiélago de las islas Galápagos o la mejor conexión para saltar rápidamente en bus a las playas de Salinas o Montañita. Las cifras lo delatan: la estadía promedio de los extranjeros en la ciudad, según una encuesta hecha por una universidad local, es de apenas dos noches. Es decir, tiempo suficiente para detenerte en las paradas obligadas según los folletos de las agencias turísticas, como alimentar iguanas en el Parque Seminario, visitar a los animales amazónicos del Parque Histórico, y caminar por el moderno Malecón 2000, que bordea la inmensidad del río Guayas.

-Que está muy bien -me dice el gestor cultural Arnaldo Gálvez, calvo, pequeño, de lentes, piernas cruzadas, al interior de su guesthouse de tres pisos en Las Peñas, el barrio de moda y el más prolífico de la ciudad-. Pero Guayaquil no es solamente eso. Y ahí nos estamos equivocando. La otra vez tuve un canadiense que se quedó una semana y al cuarto día ya no sabía qué más hacer. Yo los entiendo. Acá se da mucho el turismo de convenciones. Se cree que los turistas solo buscan una comodidad 5 estrellas y no quieren salir del hotel. Eso también tiene que ver con que hay una idea de que Guayaquil es una ciudad peligrosa.

Hay razón en eso. El colapso financiero que sufrió Ecuador en 1999, y la dolarización del sistema monetario, que vino un año después, pulverizaron los ahorros de gran parte de la población. Los efectos de esa recesión son palpables en las calles de Guayaquil: si bien la ciudad mejora en infraestructura urbana y también en capacidad hotelera (con más oferta que demanda), no ha podido abandonar el podio de las estadísticas sobre vulnerabilidad social, cantidad de robos y homicidios.

-Eso hizo que la gente se refugiara en sus casas, en una ciudad que tiene todo para que la vida se haga en la calle -agrega Arnaldo-. Pero se entendió que sinónimo de seguridad era estar encerrado y rodeado de guardias. Nosotros creemos que eso no es así. Que la mayor seguridad viene cuando la gente se toma las calles. Es una batalla dura poder acercar a los visitantes a esas experiencias, pero hasta ahora nadie lo está haciendo.

Viernes. Barrio Las Peñas. 11 am. Este es quizá uno de los puntos con más vigilancia de la ciudad: dos casetas con guardias, ubicados a toda hora en los extremos del sector, controlan con barreras de acceso el tránsito de los vehículos, y otro puñado de vigilantes circula por los adoquines de Numa Pompilio Llona, la única calle de Las Peñas, y también por las escalinatas llenas de bares y restaurantes del cerro Santa Ana, a las espaldas del barrio.

El temor es el de siempre: que vuelvan los tiempos previos a la regeneración financiada por el municipio, que el año 2008 devolvió a Las Peñas la...

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