Las nuevas revelaciones de Clara Rojas - 4 de Noviembre de 2014 - El Mercurio - Noticias - VLEX 542200342

Las nuevas revelaciones de Clara Rojas

Ya en libertad, ella misma confirmó que su hijo existía y que su nombre era Emmanuel Andrés Joaquín (los dos últimos en honor a los abuelos, el primero a su fe en Dios). Ya en libertad, Clara Rojas ha escrito libros, ha dirigido la Fundación País Libre, ha dado conferencias por el mundo, ha vuelto a la política (hoy es representante de la Cámara), pero, sobre todo, se ha mantenido en los titulares y no siempre por los motivos amables para ella. Primero fue lo que Íngrid Betancourt escribió en su libro respecto a la forma como Clara había sido madre en la selva.

Después la controversia por la película "Operación E", de realizadores españoles, que recreó sin su autorización su vida y la de su hijo durante el cautiverio. Y, más reciente, la carta que una supuesta guerrillera de las FARC escribió e hizo pública en la que, entre otros detalles personales, le decía que no tenía derecho a considerarse víctima de secuestro por parte de la guerrilla, porque fue ella misma quien "insistió tanto, que terminó quedándose". Clara Rojas podría negarse a hablar más. Podría irse a vivir a otro país, decisión que han tomado muchos de sus compañeros de secuestro. Ella, sin embargo, sigue mirando de frente a las preguntas.

-¿La sigue persiguiendo la pregunta de por qué no se negó a ir a San Vicente del Caguán con Íngrid Betancourt?

-Sí. Porque fue absurdo. Si yo me hubiera plantado en que no viajaba, Íngrid no hubiera ido sola. Y la historia sería otra. Después aprendí que uno no se debe dejar provocar. Pero en ese momento me dio coraje que ella me dijera que lo que pasaba era que me daba miedo. Yo la llamé y le expliqué que había un tema complicado de seguridad, pero ella me dijo: "Lo que pasa es que eres una gallina". Eso me chocó porque yo me sentía valiente y, claro, no me iba a dejar. Pero, igual, ella era más valiente que yo. Y ahora las FARC me endilgan romance con ella y dicen que estuve de vacaciones y no secuestrada.

-¿Por qué cree que hablan de un romance entre ustedes?

-Entiendo que hubiera suspicacias. Eso no lo voy a negar. Nos tocaba dormir juntas. Y no nos atrevíamos a decir que nos dieran un toldillo a cada una porque nos daba miedo. Lo paradójico es que vivíamos peleando. O durábamos días sin hablarnos. Mi positivismo sacaba de quicio a Íngrid. "¿Tú crees que vamos a estar el lunes en Pomona comprando el pan?", me decía. Ella era una mujer de empuje, estaba acostumbrada a andar con su comitiva, pero allá teníamos una comitiva bien diferente. El castillo se le cayó muy rápido. Y yo sentía que si la dejaba, se moría.

-Pero a usted nunca le dijeron váyase que esto no es con usted...

-Nunca. A los otros dos que iban con nosotras, los periodistas, sí los dejaron ir. Al día siguiente de que nos secuestraran le dije a Íngrid que pidiera que me liberaran a mí también. A la pobre casi le da un infarto. "Van a decir que no", me respondió. "Si no lo haces tú, lo hago yo", le dije. Y ahí empezó el cuento porque ella notó que yo no iba a resistir mucho más. Entonces comenzó a planear el escape. Y eso sí fue una cosa brillante de su parte porque pensó en todo. Hasta en hacer unos muñecos, con papel periódico, para simular el bulto de cuerpos. Muy hábil. Pero no lo logramos, porque no es como salir aquí a la Séptima a coger un bus. Estábamos en medio de la selva y nos perdimos.

-¿Era difícil que esa amistad soportara el secuestro?

-No creo que fuera difícil. Lo que pasó es que no asumimos la actitud correcta. Yo no quería sentarme a llorar todo el día porque sentía que eso nos iba a acabar a las dos. Lloré, claro, pero no le hice el coro en las lloradas. Y llegó un momento en el que sentí que necesitaba autonomía. A veces esos tipos gritaban "Íngrid" y yo contestaba. !Era tal la pérdida de identidad¡ Nos...

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