Mi nueva vida como chileno - 28 de Junio de 2015 - El Mercurio - Noticias - VLEX 575998738

Mi nueva vida como chileno

Tras atender a un par de clientes ansiosos por degustar un dulce árabe o un shawarma -especie de burrito relleno de carne o pollo con condimentos picantes-, reconoce que no puede probar nada de lo que está en el local de sus padres: los musulmanes están celebrando el Ramadán, por lo que deben ayunar desde que sale hasta que se esconde el sol, a modo de sacrificio ante Dios.

-Desde la noche que no como; estoy acostumbrada; el estómago como que se nos achica.

Llegó a Chile en 2008, con 10 años, junto a sus padres, una hermana mayor y un hermano menor. Venían desde el campamento Al Tanaf, en la frontera de Irak con Siria.

Huyendo de la guerra, fueron parte de los 116 refugiados que llegaron entonces al país como parte del Programa de Reasentamiento Humanitario. Recibieron apoyo y financiamiento del Alto Comisionado de Naciones Unidas para Refugiados (Acnur), del Gobierno de Chile, de la Vicaría de la Pastoral Social y de los trabajadores, como también de los municipios de las comunas donde se asentaron y de las comunidades locales.

Sin siquiera haber escuchado alguna vez el castellano, Nadda aprendió en cuatro meses a balbucear las primeras palabras en este idioma. Hoy habla como una chilena más. No se nota que su idioma natal es el árabe.

-Si poh... aprendimos a hablar español y chileno.

Samira Khanfar, palestina de 46 años y estilista de una peluquería en Quilicura, bromea sobre las dos nuevas lenguas que domina. Aunque para ella no fue fácil aprenderla. Madre de tres hijos -dos de ellos, no videntes-, debió preocuparse de enseñarles a caminar en un país que les era desconocido.

Para ello hizo cursos de español y se trasladó desde La Calera a Ñuñoa, pues allí encontró una escuela para sus hijos. De profundos ojos azules, cuenta que se demoró tres años en aprender español. Su nueva meta es tener una casa para poder instalar su propio negocio. Además de las costumbres de una tierra extraña, debió aprender a trabajar, pues en Jordania, donde vivía antes de irse a Irak, tenía un buen pasar. Su marido era dueño de una peluquería y ella jamás pensó trabajar en ella, como lo hace aquí.

Samira conoce a Nadda y a su familia, pero sus destinos se separaron. Para simplificar la vida de estos palestinos, las autoridades decidieron que a quienes no entendían nada los instalarían en ciudades pequeñas, como La Calera o San Felipe. De esa forma suponían que aprenderían rápido el idioma y se adaptarían de mejor manera.

Sin embargo, Nadda reconoce que de las...

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