Nueva Orleans todavía es carnaval - 17 de Agosto de 2014 - El Mercurio - Noticias - VLEX 524344414

Nueva Orleans todavía es carnaval

Ayer no llovió, pero todo estaba mojado igual. Eran las 09:30 de la mañana de un viernes de agosto, y todavía había luces de neón encendidas. Nueva Orleans es así: hay letreros que nunca se apagan. Y menos en un sitio como Bourbon Street, la legendaria calle en el corazón del French Quarter, el barrio histórico de la ciudad, una curiosa mezcla de arquitectura francesa y española que durante los años 40 y 50 fue algo así como el paraíso (o el infierno, según cómo se mire) del vicio, de los burdeles y del jazz.

Aunque era temprano, ya hacía un calor del demonio -el pronóstico para el día anunciaba 37 grados Celsius- y la humedad subía del suelo como una masa de aire caliente que golpeaba la cara y se colaba entre la ropa. La de ayer había sido una noche más en esta calle.

"En Bourbon Street es siempre igual. Es Mardi Gras los 365 días del año", había dicho entre risas un chofer de taxi en el aeropuerto Louis Armstrong, refiriéndose al famoso y colorido carnaval de Nueva Orleans que se celebra generalmente en febrero. Tenía razón: esta mañana aún se percibía la juerga. Mientras los dueños de bares y nightclubs manguereaban el suelo, una mezcla de olor a cerveza, a fruta podrida y a orina era la vaporosa prueba de que aquí, una vez más, había pasado de todo. Porque no hay dudas: aunque casi todo se haya vuelto demasiado comercial, Bourbon Street sigue siendo el sitio esencial donde uno puede decir que, finalmente, ha puesto los pies en la bendita Nueva Orleans. El pequeño París de Norteamérica. La urbe menos gringa de Gringolandia. La ciudad del pecado. El lugar al que llaman de todas estas formas. Y cada vez tienen algo de razón.

La ley, además, en este caso ayuda: aquí está permitido beber en la vía pública, siempre y cuando el alcohol sea transportado dentro de un envase plástico. Y eso, claro está, da rienda suelta a los carreteros del mundo, que cada noche se congregan en esta ruidosa calle de 14 cuadras donde en ambos lados de la acera se alinean bares, restaurantes, hoteles, clubes de música, clubes de striptease, tiendas de souvenirs, tiendas para adultos y bandas que marchan al son de las tubas, los trombones y las trompetas.

Tal como esta noche.

Avanzas entre el gentío. Unos tipos con bluyines y botas de cuero caminan por la calle, vaso en mano. Más allá, una banda hace retumbar un pequeño club tocando Sweet Home Alabama, mientras una horda de chicas rubias baila en éxtasis, vaso en mano. Giras la cabeza y ves cómo una pareja y otra y otra sorben una especie de matraz químico de plástico, que en su interior tiene un drink llamado Hurricane, que lleva ron y jugo de fruta (y que es la sensación acá). Dos pasos más, y una morena casi desnuda sobre unas botas de plataforma se esconde tras la puerta de un nightclub: no quiere que la fotografíen.

Continúas y aparece, finalmente, el Café Beignet, medio oculto tras un portal metálico que dice "Jazz Legends Park". Allí, cuatro viejos con sombrero y camisas color pastel tocan jazz tradicional, con trompetas y sordinas, con clarinetes y trombones. El jazz tipo Louis Armstrong, para que se entienda. Entonces recuerdas que estás en Nueva Orleans. Y que, de cierta forma, para esto has venido.

Pista 2. El jazz

La historia dice que el jazz nació a fines del siglo 19 en Nueva Orleans. O más bien que en esta ciudad del sur de...

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