Novedoso libro rescata toda la rica historia de Huilquilemu - 27 de Enero de 2014 - El Mercurio - Noticias - VLEX 488067886

Novedoso libro rescata toda la rica historia de Huilquilemu

El libro se organiza en dos partes: la historia de la hacienda y los testimonios personales.

En el capítulo histórico salen a la luz datos hasta hoy desconocidos. "Encontramos un libro de entierros de la estancia de Catalina de Vilches, que da cuenta de que en la segunda mitad del siglo XVIII existieron una iglesia y un cementerio en el sector", cuenta Horacio Hernández. "Y certificamos que la casona de Huilquilemu fue edificada por iniciativa de José Bruno González Vallejo, cuyo segundo apellido no se conocía con certeza. Nos lo confirmaron sus tres bisnietas, que logramos ubicar y tienen 80 años en promedio".

Minero del norte

José Bruno González Vallejo, enriquecido por la minería del norte, compró en 1867 el fundo Las Mariposas para radicarse en el Valle Central, tal como hacía la nueva oligarquía. Estaba a 27 kilómetros de Talca. "Por eso alrededor de 1870 edifica Huilquilemu, a una legua de Talca, donde quiere tener participación social", aclara Hernández.

El patriarca fue elector del Presidente y del Poder Legislativo, por ser "alto contribuyente", y cuatro de sus hijos serían parlamentarios radicales. Al morir su viuda, compra la hacienda José Joaquín Donoso, cuya hija, Laura Donoso, sería la última patrona. En 1976, la CORA se la vende a la Sede Talca de la UC, actual UCM.

"La historia familiar de González Vallejo refleja lo que sucede a lo largo del país durante todo un siglo. Antes de que él llegara, este era un sector netamente rural, pero con él sufre una importante transformación técnica: instala el regadío, construye caminos y canales, trayendo muchos adelantos. También construye casas de adobe, teja y ladrillo, como la suya, para empleados e inquilinos; antes solo había chozas", complementa Ana María González.

Los investigadores entrevistaron a 27 testigos, la mayoría de entre 70 y 94 años de edad. "Fueron conversaciones de tres y cuatro horas. Entrábamos a un mundo que ya no existe", aclara Hernández, y González se suma: "Son trabajadores que se la juegan ciento por ciento, con respeto absoluto a su patrón y una honradez a concho. Y siguen respetando la palabra empeñada".

Los testigos rescatan varios oficios perdidos: el atorrante -temporero que dormía en pesebreras o al aire libre-, llavero...

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