No simplificar la justicia - 25 de Febrero de 2024 - El Mercurio - Noticias - VLEX 1024320948

No simplificar la justicia

El caso del juez Urrutia (se resolverá, es de esperar, esta semana) permite plantear un problema que se ha discutido poco. Se trata del papel o función que cabe a los jueces en materia de seguridad ciudadana.Es ya casi una costumbre que las decisiones de los jueces se critiquen o se valoren según su mayor o menor severidad. La ciudadanía, más bien ese simulacro de ciudadanía que son las gentes hechizadas por los matinales, espera que los jueces castiguen con severidad la menor de las transgresiones, condenen poco menos que a galeras a quienes son acusados de cometer delitos, y no concedan beneficio alguno, o en cualquier caso pocos o los menos posibles, a quienes son sometidos al sistema de justicia.De esa manera la virtud o el vicio de los jueces se aprecia a la luz de las consecuencias que sus decisiones podrán tener, o se supone que podrían tener, en los niveles de seguridad ciudadana. Un juez severo, parece rezar este criterio, es un buen juez. Uno que no lo es, o que no parece serlo, porque concede este o aquel beneficio, es un mal juez.La crítica se extiende al sistema de justicia en su conjunto. Las reglas, se dice, son demasiado garantistas, en extremo preocupadas de conceder ventajas y protecciones a quienes son acusados de delinquir, al extremo de proveerles una defensa, y descuidan a las víctimas que, a diferencia de sus victimarios, no cuentan con apoyo de parte del Estado.¿Será correcta esa forma de apreciar la tarea de los jueces?De ninguna manera.Desde luego los jueces deciden, o deben decidir, discerniendo lo que dicen las reglas, no atendiendo a lo que esperan las audiencias, ni tampoco a la luz de su particular criterio de justicia. Los jueces no son representantes de la ciudadanía, ni intérpretes de lo que la ciudadanía cree o espera, ni planificadores sociales para satisfacer necesidades, ni menos encargados del orden público o de la seguridad. Al revés, se trata de personas cuya tarea es aplicar la racionalidad contenida en las reglas frente a las pulsiones ciudadanas. Se trata, dicho de otra forma, de funcionarios a quienes el Estado dota de especiales garantías para que resuelvan los conflictos que ante ellos comparecen con prescindencia de criterios ajenos a las reglas. Max Weber observa por eso que el derecho moderno, donde se decide sine ira et studio (con reflexión y sin ira), es muy distinto a la justicia del Cadí (el juez turco que decidía según lo que su corazón le dictaba). Es malo que los jueces decidan en...

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