'Este niñito compró un huevito...' - 5 de Febrero de 2017 - El Mercurio - Noticias - VLEX 664156477

'Este niñito compró un huevito...'

Nuestra relación con los huevecitos fue muy dinámica y enaltecedora. Todos los días se nos daba uno para que, batiéndolo en un plato hondo y poniéndole azúcar, lo comiéramos a modo de lo que, posteriormente, se denominó abominablemente "colación" (que partió siendo, si Usía no recuerda, una infeliz salchicha cocida, con puré aguachento, que vendían en el centro para los oficinistas que, de pronto, se vieron impedidos por la idiotez burocrática de ir a casa a almorzar sus lentejas y sus patas de chancho). Y nos comíamos además, con frecuencia, un huevo revuelto en aceite de oliva con cubitos de pan frito y su guapo espolvoreo de sal tras lo cual, como mini-postre, nos dejaban sacar de un frasco un par de confites de naranja pasados por azúcar granulada. Es que dos huevos al día eran apenas una bicoca. La indulgente progenitora mencionada también comía diariamente dos huevos en su infancia, que ponían cumplidamente las dos gallinas que poseía. Y la tradición seguramente nos venía de lejanas tatarabuelas muertas todas a los noventa.

Durante años nos lamentamos con amargura de que en muchos nefastos restoranes santiaguinos se evitara ofrecer huevos como si fuera un ultraje. ¿Habrá nada más inocente y enternecedor que un huevo duro? Estos eran parte esencial del cocaví para viajar a Valpo: se detenía uno...

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