El cónsul Neruda en YANGÓN - 2 de Febrero de 2014 - El Mercurio - Noticias - VLEX 489238322

El cónsul Neruda en YANGÓN

En realidad, Neruda tenía las cosas claras: para consolidar su tarea poética debía hacerlo lejos de Chile. La idea tenía cierta base. Era usual que el gobierno facilitara el ascenso en la carrera de los artistas gracias a alguna beca o un puesto como funcionario en una embajada. Pero sin contactos relevantes, la opción de traspasar las fronteras resultaba casi imposible. El poeta soñaba con que su obra tuviera como escenografía alguna ciudad europea, pero entendía que no le quedaba más que contentarse con cualquier lugar que le asignaran.

Tras varios intentos, y gracias a la intervención de su amigo Manuel Bianchi, al fin logró una destinación. Neruda recuerda que, en el despacho del entonces Canciller Conrado Ríos, éste comenzó a decir nombres de ciudades para que eligiera. Una cautivó al poeta porque jamás la había escuchado: Rangoon. Su ubicación sólo la vio tras decidirse, en un globo terráqueo en la oficina del ministro, justo en una abolladura del mapa. Horas más tarde, cuando quiso celebrar con sus amigos, no pudo recordar el nombre de la ciudad a la que se iba.

La calle era mi religión

El viaje comenzó el 14 de junio de 1927 y resultaría interminable. El punto inicial fue la estación de trenes de Valparaíso. Ahí se subió junto Álvaro Hinojosa, su compañero de travesía. El primer destino fue Los Andes, donde combinaron con el ferrocarril trasandino para llegar a Mendoza. De ahí a Buenos Aires para embarcarse en el buque alemán Baden rumbo a Lisboa, previa parada en Río de Janeiro. De Lisboa por tierra a Madrid, París y Marsella, donde se embarcaron hacia Birmania (hoy conocida como Myanmar). Antes, eso sí, hubo escalas en Puerto Said (entrada egipcia al Canal de Suez), Djbouti (acceso al Mar Rojo), Colombo y Singapur.

Pablo Neruda recordaría así su arribo, en octubre de ese año, al otro lado del mundo: "Desde la cubierta del barco que llegaba a Rangoon vi asomar el gigantesco embudo de oro de la gran pagoda Swei Dagon. Multitud de trajes extraños agolpaban su violento colorido en el muelle. Un río ancho y sucio desembocaba allí, en el Golfo de Martabán. Este río tiene el nombre de río más bello entre todos los ríos del mundo: Irrawadhy. Junto a sus aguas comenzaba mi nueva vida".

La impresión del poeta por la gran pagoda de Yangón debe haber sido enorme. El impacto del visitante se mantiene intacto hoy sólo con acercarse al cerro Singuttara, donde la soberbia estructura, de 2.500 años de antigüedad según los relatos locales, se eleva más allá de los cien metros de altura, encandilando con su tapiz dorado el horizonte.

Es martes, el cielo está azulado y cuelgan algunas nubes de algodón. El calor pega duro en este descomunal complejo de templos. Hay que caminar descalzo, y por suerte algo se puede esquivar del hirviente suelo gracias a un sendero alfombrado del que casi nadie saca sus pies. El lugar es una mixtura de turistas embobados con la construcción (los forasteros deben pagar unos 4.500 pesos de...

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