La Navidad de Génesis ... cada vez más cerca de la libertad
Es el sueño que Génesis Candia, a sus 18 años, hará realidad esta Navidad junto a su familia.
Parece simple, pero no lo es para ella, que ni siquiera ha visto bien el cielo en mucho tiempo. "Conocer la playa sería bacán, pisar la arena y meterse al mar", dice, mientras se iluminan sus ojos y sonríe.
Hace pocos días volvió a su hogar en La Pintana, a reunirse con su mamá, Jacqueline, su padrastro, Michell -al que considera un papá adoptivo-, y a sus tres hermanos pequeños, de nueve, dos y un año de edad.
Está en libertad asistida por un breve lapso, luego de cumplir la mitad de los tres años de su condena por robo, en un recinto cerrado para adolescentes infractores de ley, el Centro de Justicia Juvenil de Santiago dependiente del Servicio Nacional de Menores (Sename). Le queda otro período similar, esta vez en régimen semicerrado, lo que equivale a una reclusión nocturna. "No es tan difícil, porque entro a las diez de la noche, al otro día salgo al colegio y de ahí me voy para mi casa. Y vuelvo a dormir adentro hasta que termine mi condena", afirma.
Privada de libertad, además de los talleres habituales, tuvo acceso a uno muy especial, en que se descubrió a sí misma y se sintió "súper importante". Se dio cuenta de que podía expresarse con ilustraciones, dibujando y, sobre todo, escribiendo. Así se convirtió en una de los autores de la obra "Acá estamos: la voz de los jóvenes del Sename", un proyecto del Fondo del Libro y la Lectura 2017, que desarrolló la Biblioteca Escolar Futuro de la U. Católica en los centros de justicia juveniles de Santiago y San Joaquín.
Tras asistir al lanzamiento de la publicación, donde estuvo junto al rector, Ignacio Sánchez, en el Salón de Honor de la casa central de la UC, accedió a profundizar más en sus vivencias y conversar con "El Mercurio". No quiso usar seudónimos, sino hablar con nombre y apellido y mostrar su rostro, para que la conozcan tal cual es, porque cree que mucha gente olvida que los números del Sename representan a jóvenes que también sueñan y necesitan un futuro.
APRENDIZAJES EN LA CALLE
"Los 18 meses que estuve presa igual me sirvieron para pensar bien las cosas. Antes no medía consecuencias: me drogaba y andaba loca en la calle, marihuana con nevado (con cocaína), y después ya no fui al colegio ni a jugar al fútbol, ya ni corría", reflexiona. Así partió todo.
Un pololo de una hermana, que entonces vivía con ella, la invitó a "trabajar". "Me invitó a robar y me gustó, porque a mí me gustan...
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