Myanmar Inle, el lago de los extasiados - 4 de Enero de 2015 - El Mercurio - Noticias - VLEX 551355782

Myanmar Inle, el lago de los extasiados

-Esto es como un flechazo -le digo a Sactchi, mi acompañante. Pertenece a la tribu intha, los hijos del lago Inle.

La menuda Sactchi se entusiasma con mi entusiasmo, pero no entiende eso del flechazo. Tampoco lo entiendo, porque no entender es la condición natural del extasiado. Se diría que el lago, en sus 22 kilómetros de largo, estuviera bajo una esfera de cristal capaz de bloquear toda vibración negativa del exterior. Sobre sus aguas el cuerpo se relaja; la mente pareciera expandirse.

Algunas de las cosas que he visto aquí influyen en este placer intenso. Eso es natural. Pero aun sus cosas extraordinarias no parecen razón suficiente para el éxtasis. Por ejemplo, que los niños de dos años se asomen a las puertas o ventanas de sus casas y que, con sus brazos en alto, abriendo y cerrando sus manos -sin pedir nada-, saluden al que pasa y sonrían con una dulzura no fingida (y sigan sonriendo cuando el visitante desaparece).

La clave de Inle parece ser el talante de su gente; una ternura de buena ley que desarma.

Son habitantes de aldeas poco comunes en el mundo. Hay en el Inle unas 50 comunidades que van desde 500 a 2.000 personas. Habitan muchas islitas artificiales unidas entre ellas por frágiles puentes de caña y madera. Están montadas sobre pilotes, como los palafitos de Chiloé. Campesinos y pescadores forman la mayoría. Pero hay muchos tejedores. En el pueblo de In Pan Khon producen telas finísimas hechas de fibras del loto rojo, más caras que la seda natural. Es una técnica que nació para cubrir las más importantes imágenes de Buda con un manto. Son de color oro viejo y se usan durante los meses de la Cuaresma. Deben ser tejidos a lo largo de una noche de luna. Algunos mantos son donados a grandes sacerdotes, y en el 2014 -con el turismo- las cooperativas producen textiles de loto para tentar a millonarios exquisitos.

He pasado largo rato en In Pan Khon observando cómo de los tallos del loto, cortados en trozos de 10 centímetros, se extraen fibras transparentes que son estiradas como una telaraña. Terminan tejidas como las fibras del gusano de seda, hasta producir telas infinitamente suaves y resistentes.

EXIJO UNA EXPLICACIÓN

Ver el proceso de las telas de loto, con la música de fondo de los mil telares de In Pan Khon, es asistir a un milagro. Pero hay en estas islas birmanas expresiones tal vez aún más admirables del ingenio humano. Mi acompañante intha sonríe en silencio cuando procuro entender lo que veo en las siembras dentro del lago. Las pequeñas islas están llenas de plantas de tomates que crecen hacia al cielo abrazadas a sus palos tutores. Lo raro es que esas mismas islas están llenas de largas cañas de bambú que sobresalen uno o dos metros de las siembras, pero los tomates y otras plantas trepadoras no suben por ellos. Están siempre desnudos. Y en la mayoría de las islas con cultivos no hay siquiera plantas trepadoras, pero igual abundan estas cañas de bambú sin orden que podamos entender.

Sactchi sigue tomando con humor mis gestos de sorpresa, pues no logro entender esa multitud de palos parados. !Exijo una explicación¡ Y la explicación que finalmente me da no hace sino subrayar el carácter extraño de este lago. Dice que son islas flotantes inventadas por padres y abuelos. Primero se draga el fondo...

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