¿Quién muere primero? - Pandemia, descarte y control total - Exclusión Jurídica - Libros y Revistas - VLEX 1028639053

¿Quién muere primero?

AutorOsvaldo R. Burgos
Páginas157-177
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Exclusión Jurídica. OchO EnsayOs sObrE la natura lización dE la inJusticia cOmO fOrma dEl
dErEchO, EntrE En la cOlOnia pEnitEnciaria y Un mundO fEliz
¿quién muere primero?
La pandemia como estado de excepción. Agamben en la inversión de la hipótesis.
Entre la inación normativa y el ojo absoluto.
Ninguna prueba acredita un hecho. En el mejor de los casos, solo demuestra la
plausibilidad de una de sus tantas interpretaciones posibles.
1.
estado de excepción y desigua ldad
Invirtiendo una hipótesis, todo cambia. Todo, excepto el hecho sobre el
que tal hipótesis se funda. En nuestro caso, las muertes que existieron, que
estuvieron; y los contagiados, que están.
Como es obvio, no tenemos siquiera una competencia médica mínima
que nos permita dudar razonablemente de la atribución de esas muertes
a este virus; tampoco de la eciencia real de las medidas tomadas para
enfrentarlo, menguar sus efectos o retrasar el ritmo de su propagación.
Respecto al aislamiento como respuesta cientíca, solo podemos decir que
remite directamente al aislamiento decretado por Pericles, tras las murallas de
Atenas, hace dos mil quinientos años, en épocas de guerra y peste. Entonces,
según la historia narra, los resultados no pudieron haber sido peores.
No obstante, nada nos impide pensar losócamente el fenómeno inaudito
de la reclusión domiciliaria semiglobal y sus consecuencias más notorias.
Y, en tanto lo hagamos, su aceptación como hipótesis losóca nos obliga a
considerar la posibilidad de que semejante estado de excepción pueda no haber
sido tan espontáneo ni tan imprevisible como indica la versión ocial consolidada,
tanto en los medios atemorizantes como en las poblaciones atemorizadas.204
204 Algo es importante aclarar aquí: la inversión de la hipótesis no signica, en absoluto, ceder
a alguna de las teorías conspirativas que se difundieron contemporáneamente al origen
de este proceso, ni enrolarse en ninguna de ellas. Eso sería, simplemente, dar crédito
al mismo esquema binario y reductivo que sostiene la versión ocial, aunque optando
por el sentido opuesto. La causa de la expansión del virus pudo haber sido cualquiera,
eso no es lo que nos interesa aquí, en tanto no contamos con elementos sucientes para
discernirlo. Lo que intentamos hacer en este ejercicio de pensamiento es indagar sobre la
posibilidad compleja de que –una vez producida, por la causa que fuera, la dispersión del
virus- esa situación no buscada haya sido rápidamente identicada y convenientemente
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OsvaldO R. BuRgOs
Hablábamos, al nal del ensayo anterior, de una situación excepcional
que tiende a hacerse permanente: los recursos tecnológicos que se creen para
la “guerra total contra el virus” –en lo real, contra los portadores, incluso
asintomáticos, del virus- difícilmente dejen de usarse cuando el estado bélico
declarado por la misma OMS pase.
Pues bien, soslayando la particularidad de una práctica invariable a
través de los milenios, tenemos dos hechos a la vista: los miles de muertos e
infectados, por un lado, y el estado de excepción impuesto mayoritariamente y
sin resistencias, por el otro.
Dijimos que del primero no estamos en condiciones de hablar. Hablemos,
entonces, del segundo; leamos a Giorgio Agamben. Este lósofo italiano, el
gran teórico del estado de excepción, tal y como lo anticipamos en el ensayo
anterior, lo presenta como el umbral de intermediación entre democracia y
autoritarismo. Y dice que desde la perspectiva arqueológica de su investigación:
a) (en el estado de excepción) Las antinomias (por ejemplo, la de democracia
versus totalitarismo) no desparecen, pero pierden su carácter sustancial y se
transforman en campos de tensiones polares.
b) (y entonces) Si no se comprende lo que se pone en juego en el fascismo, no se
llega a advertir siquiera el sentido de la democracia.205
Pero ¿qué es lo que se pone en juego en el fascismo? Esa pregunta señalará
uno de los ejes principales sobre el que intentaremos equilibrar los rodeos y
merodeos de nuestro ejercicio de reexión. No obstante, no nos adelantemos
todavía; volvamos a Agamben. Con singular claridad, este autor explica que
-contra lo que podría creerse y estamos generalmente dispuestos a creer- no
resulta ser, el estado de excepción, una creación de la tradición absolutista, sino
de la tradición democrática-revolucionaria. Y cita, como raticación de lo que
arma, la conocida Tesis 8 de la Filosofía de la Historia de Walter Benjamin:
“La tradición de los oprimidos nos enseña que el ‘estado de excepción’ en
el cual vivimos, es la regla.”206
Acá ya podemos ver algunos otros conceptos, otras nociones, que nos
pueden servir para guiar de alguna forma los acercamientos a la intuición
que insistiremos en rodear, la traducibilidad de las (re) signicaciones que
operarán en nuestro discurso como signos, como sesgos. A saber:
a) Inversión de la oposición entre excepción y regla.
b) Naturalización de lo excepcional.
c) Normalización de lo anormal: la opresión.
aprovechada por el capitalismo de vigilancia para hacer de la psicosis disparada un medio
para el encierro y las prohibiciones generales que, en la notoria alteración de la vida que
produjeron, permitieron una aceleración en la consecución de sus nes.
205 AGAMBEN, Giorgio, Estado de excepción. Entrevista de presentación, página 12.
206 http://www.anticapitalistas.org/IMG/pdf/Benjamin-TesisDeFilosoaDeLaHistoria.pdf

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