Monumentos para los héroes anónimos de nuestras ciudades - 6 de Julio de 2014 - El Mercurio - Noticias - VLEX 518464306

Monumentos para los héroes anónimos de nuestras ciudades

El habitante construye la ciudad y la ciudad construye al habitante, un diálogo permanente e invisible entre lo creado y el creador o entre el creador y lo creado, es un eco que resuena infinitamente reeditando nuestra identidad, en un proceso permanente y poco conciente.

La ciudad es el espejo donde nos reconocemos, nos obliga con referentes, y con ellos vamos averiguando quién somos y quiénes son los otros.

La subliminal y subyacente matriz urbana, está impregnada de la idea del poder y de los poderosos. La ciudad reconoce y celebra válidamente el poder y el dinero, sus monumentos, sus hitos urbanos, sus avenidas, permanentemente nos recuerdan a los que tienen el poder y las influencias. El Palacio de la Moneda, el Costanera Center, la Alameda Bernardo O'Higgins, la trama damero organizada a partir de la Plaza de Armas, son ejemplos elocuentes de ello.

En contraste a la idea del poder, una gran mayoría de sus habitantes recorre sus calles y lugares, atado a una ciudad en la que se siente anónimo y prescindible. No hay nada en la ciudad que lo ponga en valor, que refleje y comunique que él también forma parte digna, válida, necesaria y honorable de la ciudad.

La ciudad no es inocua, tiene la brutal capacidad de murmurarnos silenciosa y permanentemente un mensaje cruel de inequidad y de falta de reconocimiento para muchos de sus habitantes. Divide entre los reconocidos y los anónimos, los que pertenecen y los que viven en el árido desarraigo urbano.

Las políticas públicas, con razón, intentan nivelar la cancha dotando con mejor infraestructura los sectores más desposeídos. Mejorar la conectividad o dotar de infraestructura de servicios las áreas más pobres de la ciudad, asimismo, construir un nuevo establecimiento educacional o un consultorio médico, o pavimentar un tramo de calle, son iniciativas justas y necesarias, pero requieren de grandes inversiones y muchas veces de dificultosas formas de operar. Este es un camino, necesario pero lento y difícil, para hacer la ciudad más plural e inclusiva.

Me atrevo a apostar que la deuda que tiene la ciudad con los más pobres y marginales, no está solo en nivelar la infraestructura o el acceso a los servicios básicos, sino principalmente en devolverles a su castigada identidad, el reconocimiento de una dignidad extraviada en la vida urbana.

Es en este plano, en la dimensión de las representaciones simbólicas, donde encontramos otro camino paralelo para mejorar nuestras ciudades, para hacerlas más...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR