Monarch vende al año un millón de pares de calcetines con cobre - 1 de Marzo de 2015 - El Mercurio - Noticias - VLEX 559271362

Monarch vende al año un millón de pares de calcetines con cobre

Una corona y la frase "Monarc, el rey de los calcetines", fue el primer eslogan de la compañía Monarch. Era 1937 y la firma era tan solo una pequeña fábrica ubicada en el primer piso de una casa en avenida Bustamante con Santa Isabel, en Santiago. Pero estaba prácticamente quebrada y a la venta.

Un inmigrante italiano, Juan Magnasco -que había llegado recién a Santiago desde Iquique-, quería comprarla, pero su propuesta no había sido aceptada. Él estaba a punto de reembarcarse de regreso a Iquique en Valparaíso, cuando escuchó el grito: "Juanito, te aceptaron tu oferta".

Juan, quien había trabajado en Iquique en la tienda de géneros de sus primos Solari -hoy socios de Falabella-, decidió entonces quedarse en Santiago. Y con ello cambió su propia historia, y la de Monarch, para siempre.

Así lo recuerda hoy Aldo Magnasco, hijo del fundador y director textil y comercial de Monarch: "En los años treinta el salitre comenzó a morir y mi papá se dio cuenta que Iquique dejaría de ser polo de crecimiento. Decidió venir a Santiago donde conoció a un señor que era mecánico de la fábrica de calcetines en venta", rememora sobre esos inicios.

Cuando su padre la compró, hace 78 años, el negocio daba trabajo a 12 personas que se dedicaban a hilar calcetines. "Hacían 300 pares al mes. !Imagínese que hoy una máquina hace 360 pares al día¡", detalla Aldo Magnasco.

En 1940 se inauguró la tintorería y en 1945 Juan Magnasco se casó e invitó a trabajar con él a su cuñado Darío Aste. Su llegada significó el crecimiento de la compañía, que en 1950 se trasladó a Vicuña Mackenna.

La segunda generación

"Con mi hermano Fernando íbamos mucho a jugar a la fábrica, la recorríamos, nos subíamos a unas bolsas grandes y nos dábamos vuelta de carnero", recuerda Aldo Magnasco.

Él cuenta que su hermano Fernando, fue el primero en entrar a la fábrica. Y luego, en 1968, con 24 años y título de ingeniero comercial de la universidad Católica, lo hizo él.

Dice que siempre les fue bien. Pero hace diez años, cuando Chile se abrió al mercado chino, las cosas se vieron difíciles y pensaron cambiar el rumbo.

"Hicimos una reunión entre todos los primos para decidir si cerrábamos la fábrica y nos íbamos a comprar a China, o seguíamos", cuenta.

Pero, en vez de tomar el avión a China, "tomamos el avión al mundo. Mi primo Roberto Aste, que es director de producción, salió a recorrer el mundo para ver cómo competir con los chinos. Fue a Italia, donde se hacen todas las máquinas de calcetines...

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