El misterio de Ingres - 29 de Noviembre de 2015 - El Mercurio - Noticias - VLEX 588391386

El misterio de Ingres

Gertrude Stein adquirió los rasgos de una cabeza ibérica, eso era lo que hacía que pareciera que llevaba una máscara, y tomó posesión del cuerpo de Monsieur Bertin, ese "buda de la burguesía", como lo llamaba Manet, que Jean-Auguste-Dominique Ingres (Montauban, 1780-París, 1867) pintó en 1832. Es uno de sus mejores retratos, instalado habitualmente en el Museo del Louvre, y una de las obras importantes de la gran exposición que el Museo del Prado consagra a este pintor esencial, la primera que se le dedica en España. En el de Picasso el rostro de Stein aparentaba haber sido pegado, adelantando la idea de collage, a ese cuerpo de Bertin que estaba en una posición algo vulgar o que, por el contrario -los críticos no se pusieron de acuerdo- transmitía la energía de su carácter y su dignidad. Picasso había llevado hasta el extremo las lecciones del maestro Ingres porque, igual que en retratos como el de Mademoiselle Rivière (1806) o Madame Devauçay (1807), algo no encajaba, aunque terminaría por hacerlo.

Si en Picasso el rostro se presentaba como si hubiese sido encolado a la representación del cuerpo, en Ingres los detalles de las caras de las retratadas se podrían haber dibujado sobre un papel cebolla que se superpone al óvalo del rostro.

Ingres no fue una figura imprescindible únicamente en el siglo XIX, sino también en el XX simulando volumen, rompiendo las leyes tradicionales de la perspectiva y fragmentando la mirada, lo que provocaba que el espectador tuviera que volver sobre el cuadro al menos dos veces para comprender lo que estaba sucediendo allí. Es una sensación que se acrecienta aún más por la comprensión del espacio que caracteriza casi todos los retratos de Ingres, un espacio que se llena con las figuras que contiene y que a veces parecen rebosar la frontera del marco, subrayando lo que la pintura tiene siempre de abstracción y evidenciando que aquello que se ve es una representación.

Todo esto, es algo que ya había anticipado Jacques-Louis David, el pintor de la Revolución francesa y profesor de Ingres, en su profético El juramento de los Horacios (1784), considerado por algunos el primer cuadro contemporáneo por esta cualidad de pintura pura, una pintura en la que chocaban el punto de fuga de la ventana albertiana que venía del Renacimiento italiano y la colocación en friso de los personajes masculinos, dos de los sistemas de representación del espacio que se han dado en el arte occidental y que aquí se anulaban uno a otro.

Es...

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