Mímesis - 11 de Julio de 2021 - El Mercurio - Noticias - VLEX 870795715

Mímesis

"Es incoherente celebrar el proceso constituyente y al mismo tiempo pretender tratar, sin más, como delitos a los hechos que lo hicieron posible. Esos hechos fueron necesarios para abrir el proceso constituyente". Con estas palabras, Fernando Atria ha intentado justificar la declaración de una mayoría de convencionales que demanda a los poderes constituidos acelerar el proyecto de indulto a los "presos de la revuelta". El argumento revela todas las ambigüedades que envuelven nuestro proceso constituyente, y su intención es clara: dotar al momento actual de una nueva legitimidad que no dependa de la anterior -más aún, que rompa con ella-. Por eso, se permite afirmar que los delitos no son delitos, sino otra cosa: el inicio de un camino glorioso. En otros términos, el 18 de octubre es sagrado.Quizás resulte útil recordar que este tipo de razones ya ha sido aducido en la historia de Chile. Pocas semanas después del 11 de septiembre de 1973, un joven Jaime Guzmán redactaba un memorándum dirigido a la Junta de Gobierno. En él, intentaba convencer a los uniformados de la necesidad imperiosa de refundar. Según él, solo "la creación nueva" podría darle "sentido suficiente" a la intervención militar; y solo esa creación ex nihilo estaría en condiciones de "modificar los criterios con arreglo a los cuales se enjuician los hechos". Como puede verse, y guardando las proporciones de cada situación, la preocupación de Atria es idéntica a la de Guzmán: ¿cómo justificar hechos que la antigua legitimidad considera ilícitos? Pues bien, fundando una nueva legitimidad, que descanse en la vinculación (necesaria) entre los delitos cometidos y el proceso constituyente. Como sugería Maquiavelo, comentando el asesinato de Rómulo a su hermano: si el hecho lo acusa, el resultado lo excusa.En virtud de lo anterior, esta discusión se conecta directamente con el debate de los dos tercios. Si el origen inmediato del proceso es la violencia y no el acuerdo del 15 de noviembre, entonces la Convención no tiene por qué atarse a dicha regla. Así, volvemos nuevamente a la misma discusión: ¿en qué medida puede decirse que la Convención sea efectivamente soberana? Si aún no lo es, ¿cómo impulsar una dinámica que permita ese acontecimiento radical, que nos permitiría romper definitivamente con nuestro pasado y abrir, de una buena vez, el futuro radiante?Este trasfondo permite comprender que los argumentos no tienen, en esta discusión, ninguna importancia. En rigor, no estamos...

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