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MIL PÁJAROS VOLANDO

Fecha de publicación07 Abril 2024
E n la ventilla de la avioneta de DAP -la aerolínea que conecta Punta Arenas con Puerto Williams- de pronto aparece, entre gruesos nubarrones, un punto verde/ocre que enamora.
Si Chile tiene algo así como 43 mil islas, Navarino, la que se revela allá abajo, debe ser una de las más bellas. De partida porque está escasamente poblada: apenas 0,14 habitantes por kilómetro cuadrado. También porque es una isla rara (única, excepcional) donde, pese a la actividad humana, se conservan prístinos ríos y bosques. No por nada, dicen científicos y exploradores que la han recorrido (o al menos intentado), se trataría de una de las más enmarañadas y difíciles de conocer.
Bueno saberlo cuando parte este viaje cuyo primer objetivo es avistar y fotografiar aves en la también llamada "isla de los pájaros", nombre con el que los ornitólogos celebran que en ella sean las aves los vertebrados más abundantes. Y tremendamente especiales. De partida porque de las 208 especies registradas, más de la mitad son endémicas de este Chile austral, subantártico, incluidas carancas, caiquenes y quetros. La lista es enorme.
Así, tras aterrizar, sin más emprendemos el camino al Errante, el ecolodge donde nos alojaríamos ( errantecolodge.com ). La cosa es que, ya en la ruta que va a Puerto Toro (el hotel está a cinco kilómetros de Williams) te quedas sin palabras. Amapolas y alelíes encienden el zigzagueante camino. Y, aquí y allá, aparecen fosforescentes turberas que transforman el paisaje en un escenario de fábula.
De eso y más es lo que escuchas, justamente, en el hotel de Jorge y Constanza, dos odontólogos que llegaron a trabajar a la isla y en un dos por tres decidieron quedarse. Para eso, con sus propias manos, aserraron madera y con tablas de lenga construyeron su casa/refugio. Luego pusieron tinas de agua caliente. Y, finalmente, sábanas y edredones blancos que invitan a la contemplación y al relajo. No poca cosa en una isla donde, de verdad, en cuanto llegas sientes que alguien te llama. Es como si el alma, el espíritu, se te quisiera salir por la chaqueta. Y, en cualquier minuto, te fueras volando a Mordor.
Pero no. Estamos en Chile y no en El Señor de los Anillos . Es media tarde, aunque no cualquiera, sino una especialmente serena, sin viento. Una tarde espejada en la que los cormoranes, parados sobre las rocas que desafían las suaves mareas del Beagle, se contemplan en un espejo infinito. Es la novedad quieta. Una calma perfecta, a no ser por el trémolo corte que hace en el cielo una golondrina chilena que, al volar de un punto a otro, hace gala de su dorso negro azulado. Outfit perfecto que complementa con su pecho blanco que irradia pureza.
Visitante ocasional de Navarino, la golondrina comparte con otras aves su condición de migrante sin prisa. En la isla estará hasta que llegue el otoño. Se irá cuando acabe el verano.
Constanza Portus y Jorge Caros, la pareja de dentistas, también tiene su lado migrante. Ambos, por lo pronto, son amantes de la aventura y el...

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