Las mil historias de Héctor 'Ligua' Puebla, el siete pulmones chileno - 4 de Noviembre de 2017 - El Mercurio - Noticias - VLEX 696034893

Las mil historias de Héctor 'Ligua' Puebla, el siete pulmones chileno

Tito fue el mayor de una familia de seis hermanos que debió liderar junto a sus padres, Luis y Catalina, para sacarla adelante. A los ocho años ya organizaba las papas en sacos, las cargaba, cuidaba de sus hermanos, intentaba hacer las tareas de los colegios, hacía esfuerzos para leer y más encima jugaba a la pelota cada vez que el tiempo se lo permitía.

El ex capitán loíno cuenta que solo llegó a sexta preparatoria y que cuando le preguntaron por los pulmones que le quedaban tras jugar por Chile en la Copa América de 1987, respondió en serio que tenía "uno nomás, como todo el mundo", porque él no tenía idea que eran dos. "No me jodan, si con suerte fui al colegio", tira el puntero izquierdo, reconvertido más tarde como lateral zurdo.

Puebla es un crack de esos que escasean. Camina por La Ligua con la complicidad de toda una comuna que lo quiere. Si hubiera nacido en estos tiempos, seguro tendría una calle con su nombre, o hubiera recibido llaves de la ciudad, o habría sido declarado hijo ilustre. Como es de la generación del Maracaná, la del escándalo del "Cóndor" Rojas que fue suspendida deportiva y moralmente, solo tiene un rincón en un café de la ciudad (Café Lihuen) que su dueño, Álvaro Garay, bautizó como la esquina del Tito, donde Héctor acude cada vez que las cosechas de paltas y papas lo dejan descansar un rato. "Me levanto a las seis de la mañana, me subo al tractor, estoy hasta las cinco de la tarde preocupado de que todo ande bien y me devuelvo para conversar con algunos amigos", cuenta.

Uno de los temas de café es siempre el mismo: el presente del atribulado Cobreloa, su gran amor, al que sigue por cielo, mar y tierra. "A veces intento seguir por radio los partidos, pero la verdad es que estamos mal. No sé si alguna vez recuperaremos el tranco. Tengo miedo de que Cobreloa desaparezca y sufro mucho. El club me dio todo: gracias a Cobreloa tengo casa, un campito (La Viña), una camioneta, algo de plata para pagarle a un par de trabajadores, y lo más importante es que pude financiar los estudios de mis hijos", dice.

En plena plaza de La Ligua se despide de beso de su hija Javiera, que trabaja en el Cesfam de La Ligua como enfermera, y siente orgullo de haberle dado educación a ella y también a su otro hijo, Eduardo, que es profesor de educación física. "Yo era un patipelado y cuando veo a mi niña con su uniforme, se me infla el pecho y me dan ganas de llorar", narra este hombre de 62 años, uno de los máximos referentes de la...

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