La mente creativa de Raúl Menjíbar
-Yo lo estaba dibujando y sentí un aliento por detrás y veo que era el guatón Núñez. Dije: acá estoy muerto. Pero me pasó una cosa maravillosa. Me dijo: "Menjíbar, no me dibujes más y yo no te molesto más". Ahí me di cuenta del poder del diseño.
Entonces no tenía más de once años.
Hoy a los 60, Raúl Menjíbar, recuerda esta anécdota mientras fuma un cigarro tras otro sentado bajo un calefactor en la terraza de la agencia de publicidad Lowe Porta, la empresa que creó en los ochenta y que aún dirige.
Tiene los dedos y los dientes teñidos por la nicotina y sobre la mesa el cenicero de vidrio está rebasado de colillas. Está vestido completamente de negro entero, como lo hace todos los días, tiene el pelo canoso, ondulado, tijereteado. Usa unos anteojos ópticos redondos, grandes, de marco azulado y un aro de brillante en uno de los lóbulos.
Acaba de ser premiado como el mejor director creativo de Chile 2011 por MKT Best. Algunas de sus creaciones más visibles han sido las campañas de vizzio de Costa, de la galleta Doblón, del cambio de imagen de Copec -de gasolinera estatal a estación de servicio donde uno puede ir al baño y comerse un hotdog-; diseñó el logo de cubos tricolores del gobierno de Ricardo Lagos y el arcoíris de la campaña del No. Partió en plenos ochenta, cuando Chile comenzaba a consumir, y apenas había agencias de publicidad. Invitado por Ximena Abogabir y junto a Eugenio García crearon Porta, que luego les fue comprando hasta quedar como dueño. Más tarde se asoció con la agencia inglesa Lowe y hoy lidera una de las agencias de publicidad más exitosas de Chile.
-Para haber llegado donde está debe ser algo neurótico.
-No, no. Más soñador que neurótico.
-¿Cuáles son sus sueños?
-Siempre van cambiando. Cuando estaba en la universidad soñé con ser el mejor director de arte de Chile. Después me puse más pretencioso y quería ser el mejor de Latinoamérica.
-¿Y lo logró?
-Sí. Y después dije quiero hacer una agencia a mi pinta, como la empresa que ves hoy.
Menjíbar se confunde entre una veintena de jóvenes, algunos tatuados, algunos que llegan a trabajar en skate, de pelo largo, corto, de jeans, otros de traje y corbata, que entran, conversan, trabajan en sus computadoras en esta misma terraza. Comen sándwiches, beben café que compran en la cafetería de moderna decoración que se ve tras un vidrio y que en las tardes de viernes se transforma en bar. En el "Menji Bar".
-En algún momento lo llamamos la máquina biológica, después le pusimos...
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