Max Marambio sin armadura - 14 de Diciembre de 2013 - El Mercurio - Noticias - VLEX 481169150

Max Marambio sin armadura

-Siento que me voy a morir.

Hacía meses que Marambio, 66 años, empresario, ex generalísimo de la campaña presidencial de Marco Enríquez-Ominami, ex MIR, ex GAP, ex miembro de Tropas Especiales cubanas, el extranjero más cercano a Fidel Castro y fundador de Cimex -una de las empresas cubanas más grandes que ha tenido la isla-, apenas dormía en las noches pensando en las acusaciones por supuesto cohecho, malversación, falsificación de documentos bancarios y estafa que había hecho Cuba en contra suya y de su hermano Marcel Marambio, dueño de Sol y Son, la segunda empresa de tour operadores más grande de ese país. Max Marambio era dueño de la mitad de Río Zaza -el Estado cubano era dueño de la otra mitad-, una empresa que facturaba US$100 millones al año.

Para peor, tres meses antes había sido encontrado muerto de un paro respiratorio en su departamento de La Habana el gerente general de Río Zaza, Raúl Baudrand. Esa muerte ocurrió luego de haber sido interrogado un día entero por la policía cubana.

Desde entonces, Marambio ha pasado por varios episodios judiciales: fue condenado en ausencia por la justicia cubana a 20 años de prisión por delitos relativos a las operaciones de Río Zaza, por lo que le quitaron su empresa y todos sus bienes en la isla; y luego ganó el juicio que presentó en la Corte Internacional de Comercio de París contra el Estado cubano.

Hoy, después de todo eso, ya más tranquilo, en la oficina de 500 metros cuadrados que ocupa su empresa ING en el piso 16 del Hotel Marriott, sentado junto a un ventanal que domina todo el oriente de Santiago, recuerda:

-He tenido dolores importantes, pero lo que me pasó con Cuba es lo más amargo y lo más doloroso que me ha sucedido en mi vida, al punto que yo todavía miro con sorpresa haber podido sobrevivir a eso en términos emocionales (...). En un momento sentí que no iba a ser capaz de soportarlo físicamente. Hubo un día que amanecí sintiendo que no iba a resistir. Yo ya no tenía solo una respuesta psicológica, sino que orgánica, tenía taquicardia, la presión arterial se me iba a las nubes.

-¿Eran crisis de pánico?

-Sí, pero eso lo supe después. En las noches me despertaba con una sensación aterradora de que me iba a negro, y eso era sentir que me estaba muriendo. Me daba terror. Para mí era doblemente ofensivo, humillante e indigno. Por razones de la vida que me tocó, nunca me pude permitir que los miedos me vencieran, me acostumbré a sobreponerme a los miedos y a hacer lo que tenía que hacer. De verdad, nunca vi la muerte como un fenómeno extraño y que mereciera darle demasiada importancia. Pero de pronto, estaba ahí, despertándome con la sensación de que me estaba muriendo. Y despertaba destrozado.

Un psicólogo y un psiquiatra lo ayudaron a superar las crisis de pánico

-Pasé los dos años más horribles de mi vida, con esta sensación de desconsuelo, con la amargura de haberle dado la vida a una causa de la cual nunca me voy a arrepentir, pero que por razones tan prosaicas, como el cambio de personas en la conducción de un país, puede convertirse en un infierno. Y eso es lo que sentí que me estaba pasando. Por eso dije: lo que me quede de vida, lo voy a dedicar a luchar contra esta injusticia. Porque no solo es una injusticia, sino que una canallada. Le dediqué todas mis fuerzas a eso. Y al final obtuvimos todos los éxitos posibles. Y los podemos mostrar, los tenemos. Aunque habiendo ganado en todo, hasta en las cosas más complejas, muchas que no se conocen, cuando la Corte Internacional de París ordenó a Cuba pagar una indemnización mi primer sentimiento fue de alegría, pero acto seguido me bajó una gran tristeza, por esto que me habían hecho vivir. Nunca me lo van a poder pagar y no me refiero a cosas materiales. Finalmente, nunca voy a estar más feliz que el día antes de que esto empezara.

-¿En verdad nunca pensó que algo así le podía llegar a pasar en Cuba?

-Nunca, nunca pensé que el juicio iba a venir de los míos y que fuera de tipo estalinista. Un juicio de traición y de simulación y mentira. De farsa, de atropellamiento, y eso me cogió muy desprevenido. Ni en sueños, ni en pesadillas en realidad, pensé que podía pasar.

-Luego de esto, ¿entendió mejor a los disidentes cubanos que sufrieron los rigores del régimen?

-Claro, cuando te pasan estas cosas tú empiezas a estar mucho más disponible para entender algo que nunca antes entendiste. En Cuba yo vivía con un estatus que no solo era económico...

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