El malestar en la cultura - 20 de Octubre de 2019 - El Mercurio - Noticias - VLEX 819782281

El malestar en la cultura

Turbas de estudiantes y trabajadores irrumpieron en el metro y paralizaron la ciudad. Hubo saqueos, incendios, cacerolazos esparcidos por todos lados.Desde luego -es imprescindible recordarlo- cuando las mayorías sienten que se les maltrata se rebelan, como lo enseña la huelga de la carne de 1905 o la revolución de la chaucha de 1949. Así, podría decirse, no hay, en estos incidentes, nada nuevo bajo el sol.Pero las coincidencias del caso del metro con otros de estos mismos días -el intento de incendio del Instituto Nacional, la intolerancia juvenil, entre ellos- sugieren que el incidente tiene causas peculiares.¿A qué se debe -cabe preguntarse entonces- esta conducta que ni Thoreau ni Russell ni Luther King ni Rawls aceptarían llamar, como se ha pretendido, desobediencia civil?Hay tres factores que quizá la explican.Hay una cuestión generacional que se manifiesta cada vez con mayor intensidad; hay una cuestión de legitimidad que poco a poco se insinúa; y hay una percepción de la desigualdad que cada día encuentra menos consuelo.Desde luego una cuestión generacional.No es casualidad que todas esas formas de protesta violenta sean protagonizadas por jóvenes. La literatura de las generaciones (desde Stuart Mill hasta Ortega, pasando por Mannheim) siempre las presenta como intentando tomar posesión del mundo social en el que han aparecido. Pero para lograr esa toma de posesión, explican esos autores, las nuevas generaciones han solido contar con una cierta orientación ideológica que ordena y contiene su conducta, que la hace, por decirlo así, más racional, más instrumental.Hoy día eso falta.Las nuevas generaciones están huérfanas de orientación (aunque no de aplausos de algunos viejos que compensan así la deuda de su propio pasado). Y así carentes de orientación ideológica, quedan presas de sus pulsiones.En vez de contar con una orientación ideológica, las nuevas generaciones están convencidas de que su subjetividad, el fervor con que abrazan una causa, la intensidad de sus creencias acerca de la injusticia del mundo, valida cualquier conducta que las promueva. Esta continuidad entre la convicción íntima y la validez de lo que se cree, es siempre la fuente de los peores excesos. Sin un momento reflexivo entre el impulso y la conducta, cualquier cosa es posible. Kant enseñaba que la experiencia moral derivaba del hecho que los seres humanos son capaces de sentir un impulso subjetivo pero de interponer entre ese impulso y la acción una pregunta...

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