Maestra de la cerveza - 28 de Febrero de 2015 - El Mercurio - Noticias - VLEX 559162766

Maestra de la cerveza

En su fábrica, Loreto ha invertido, al menos, 20 millones de pesos. Y el resultado está a la vista. Aquí y allá hay fermentadores de acero inoxidable, amén de un sofisticado equipo para bajar el PH del agua de Santiago -dura, astringente-, convirtiéndola en una muy sedosa que es la clave de sus brebajes, siempre alabados por Pascual Ibáñez en sus guías.

En Ñuñoa, cada vez que cocina, Loreto arrastra sacos de malta de 45 kilos. Y, tras cocinar, ella misma embotella hasta el amanecer.

Todo comenzó después de celebrar sus bodas de plata en Europa. Loreto había sido secretaria de gerencia durante 25 años y, a su regreso, le dijeron que estaba despedida. Coincidentemente, un compañero de oficina de su marido incitó al matrimonio a que realizaran un curso para fabricar cerveza artesanal. Entonces, Loreto no tomaba cerveza ni le interesaba.

De todos modos se entusiasmó. Y, acabado el curso express, motivó a Cecilia Arteaga, la mujer del amigo de su esposo, a que compraran el kit básico para producir sus primeros 20 litros. Eso incluía dos grandes ollas, un macerador artesanal (hecho con un cooler adaptado), más un fermentador, un termómetro, un densímetro e insumos varios.

-Lo que haces cuando fabricas cerveza es cocinar. Y, como a mí siempre me ha gustado preparar desde tortas hasta platos complejos, todo resultó muy natural -explica Loreto.

Mientras seguía experimentando, corrió el rumor. Espontáneamente empezaron a llegar compradores a su casa.

-Pucha, no puedo vender. No tengo patente -les decía Loreto.

-Ya poh, véndeme algo -le rogaban.

"Al final -confiesa Loreto- vendía de forma clandestina. A 500 pesos la botella".

Durante cinco meses, Loreto y su amiga experimentaron con al menos tres tipos de cerveza. Ninguna de las dos sabía si debían lanzarse. No tenían idea de si era o no un negocio rentable. Pero como Loreto es Loreto, decidieron sacar patente de alcoholes. Fueron a las municipalidades de Las Condes, Providencia y La Reina. "En todos lados -recuerda ella- nos cerraban las puertas en la cara".

Loreto sabía que el truco era esperar. Y lo hizo hasta que Maya Fernández, entonces concejala de Ñuñoa, se fascinó con la idea de abrir una microcervecería de mujeres. Era el preludio del infierno burocrático: papeles para el SAG, para la Seremi, para la misma Municipalidad. "No puede ser que te demores un año en emprender un negocio. En Chile, cuando dices que quieres producir alcohol, te conviertes en una delincuente".

Con los papeles listos, en 2008 se lanzaron con un equipo de 150 litros. Era el momento de salir a golpear las puertas de bares y restoranes. De un lado les pidieron una caja. Luego otra. Los adictos empezaron a crecer.

-Leyenda -explica Loreto- no es una cerveza femenina en cuanto a su sabor. La mano femenina se nota en lo rigurosas que somos para trabajar. Somos...

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